"Basta ya", texto repartido en Atenas

Aquí os presento una emotiva carta, que aún estando en el contexto específico de los disturbios de Grecia en diciembre de 2008 y aún acarreando consigo sus añitos de antigüedad, podría aplicarse fácilmente al mundo entero de hoy mismo, y seguramente también a lo que está por venir. A día de hoy, en plena crisis económica global y con guerras por doquier, aquellos disturbios, ya olvidados por muchos, pueden considerarse un sintoma más de la enfermedad del sistema.
Los escuchamos cada día en los noticiarios de la tele. Declaraciones, contra declaraciones y después comentarios y todo lo demás de eso que ustedes llaman “nuestra información objetiva”.

Basta ya.

Ahora nos van a escuchar a nosotros.
Somos la generación de los 400 euros. De los programas "stage" del organismo de empleo, del trabajo flexible, de la eterna capacitación (siempre con gastos que corren por nuestra cuenta), de la precariedad, de la carestía, de los dos diplomas que no sirven para nada. De la eliminación de nuestros derechos laborales, de nuestra humillación por parte de patrones, políticos y los demás.

Somos la generación que encierran en escuelas, e intentan meter en nuestras cabezas sus nacionalismos, sus prejuicios, su lujuria por la patria, su mentira, su subordinación.

Somos los chavales que humillan y provocan a los antidisturbios, los policías secretos o los guardias especiales y todos los demás policías que hizo su democracia (y puso por todos lados como otro ejército de ocupación) cuando nos encontramos en su camino, los objetos diarios de su abuso del poder.

Somos los heridos de las marchas de los estudiantes y de los alumnos; nuestras cabezas fueron golpeadas contra el asfalto, nuestra dignidad fue eliminada bajo sus botas, nuestras manos fueron quebradas por los machetes, nuestras caras fueron machacadas por sus puñetazos, nuestros pulmones todavía contienen los gases que nos echaron y que están prohibidos según acuerdos internacionales. Moriremos prematuramente porque no estuvimos de acuerdo con las leyes que nos están robando la vida. Somos los detenidos que nos arrastramos en juicios por años, Panagiotis que llevaba zapatos de un color equivocado y se quedó 40 días en la cárcel, Dimitrios Augustinos que pasó por el lugar equivocado en el momento equivocado, los 50 heridos en el hospital Evangelismos el día 8 de marzo de 2007.

Nosotros incendiamos sus bancos. Nosotros nos enfrentamos con la policía. Nosotros destruimos la paz social que están construyendo día y noche lavando el cerebro de los ciudadanos para que obedezcan y se callen. Nosotros seguimos iluminando las noches frías que nos trajeron. Nosotros seguimos ensuciando las paredes con consignas que aunque sus ojos vean nunca llegarán a sus oídos. Nosotros nos vengamos por Alexis en las barricadas el sábado que los buenos ciudadanos burlaban otra vez siguiendo sus conciencias de la violación semanal. No es que nuestras palabras sean crueles. Cruel es su realidad. Alexis fue la gota que hizo desbordar el vaso. Cada noche va a ser de él de aquí en adelante.

Se acabaron sus noches tranquilas.

Péguennos, échennos gases, deténgannos, tírennos balas de goma como las que están disparando desde el sábado, apúntennos con sus pistolas o den tiros al aire (¿o a nosotros tal vez?). Alisten al para-Estado, como están haciendo ahora en Patras, o a esos periodistas siempre dispuestos, la mano larga real del poder. A Pretenteris, Evangelatos, Triantafilopulos, Kapsis, Tremi, Pavlopulos, Papajelas. Y a todos los demás. De ellos depende su éxito. Escondan las imágenes de la brutalidad policial, tapen los escándalos que apestan, aprueben sus medidas antipopulares con “consenso social”.

El lunes en Atenas pusieron a sus agentes a destruir los pequeños comercios. Nosotros los vimos saliendo de las filas de la policía. Hay incluso fotos. Las van a ocultar ellas también, con mucho éxito. Ya sus papagayos, después de los primeros disturbios, repiten bien lo que ustedes les enseñaron.

El martes no respetaron ni siquiera el funeral de Alexis. Mandaron a los antidisturbios a su funeral para provocar a chicos de 15 años. Tiraron gases lacrimógenos y detuvieron a nenes. Ustedes profanaron al mismo niño que asesinaron.

¡Ya basta con las mentiras! No somos los encapuchados ni los conocidos-desconocidos. Somos muchos y estamos furiosos. Ya paren de repetir tonterías. Desde Komotini hasta Janiá, de norte a sur nuestra rabia se desborda. Cayeron con todos los medios que su monstruoso poder dispone a eliminarnos. Con machetes, balas, gases lacrimógenos, medios de comunicación masiva, provocaciones, grupos paraestatales.

No tenemos ilusiones. No tenemos ninguna esperanza. Por eso somos peligrosos. No nos hacemos ilusiones de que vayan a tomar todo esto en cuenta. Todos los días entierran nuestros gritos en su mentira.

Adiós. Nos van a ver desde sus sofás, en sus televisiones. Historia, ahí vamos.
Se alzaron contra el orden, pero hicieron algo más importante que causar caos: fueron primero testigo y luego prueba fehaciente de que algo no funciona nada bien, y sobre todo de que el pueblo no permenece impasible cuando el sistema no proporciona lo prometido; el pueblo actual quizás tarde más de lo habitual en despertar de nuestro letargo, pero tarde o temprano siempre ocurre.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.