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Todo el que haya conducido últimamente por las curvas de la autopista 1 entre San Francisco y Los Angeles puede haber atisbado un Toyota Prius con un cilindro cónico muy curioso en el techo. Más difícil habría sido darse cuenta de que la persona al volante en realidad no estaba conduciendo.Como ya dije acerca de ASIMO, si bien esto es tecnológicamente muy interesante, probablemente lo sea más económicamente ya que ahí yacerán sus mayores ramificaciones: la gravedad de desempleo tecnológico que esta clase de tecnología podrá causar en los próximos diez, veinte o treinta años es impensable.
El coche es un proyecto de Google que se ha llevado a cabo en secreto pero a plena vista con vehículos que pueden conducirse a sí mismos, usando un software de inteligencia artificial que detecta todo lo cercano al coche e imita las decisiones tomadas por un conductor humano.
Con alguien tras el volante para tomar el control si algo va mal y un técnico de copiloto para monitorizar el sistema de navegación, se han conducido ya siete coches a lo largo de más de 1.500 kilómetros sin intervención humana en absoluto y más de 200.000 kilómetros con sólo control humano ocasional. Uno incluso bajó por Lombard Street en San Francisco, una de las calles con más cuestas y curvas de la nación. Según los ingenieros, el único accidente ocurrió cuando uno de los coches de Google chochó con el de delante al parar en un semáforo.
Quedan muchos años para que los coches automáticos se produzcan en masa, pero los amantes de la tecnología que llevan tiempo soñando con ellos creen que estos pueden transformar la sociedad tanto como Internet.
Los ingenieros argumentan que los conductores robots reaccionan más rápido que los humanos, tienen una percepción de 360º, no se distraen, no se adormecen y no se emborrachan. Hablan de salvar vidas y evitar lesiones: en 2008, más de 37.000 estadounidenses murieron en accidentes de tráfico. Los ingenieros dicen que esta tecnología podría doblar la capacidad de las carreteras al permitir que los coches conduzcan más cerca los unos de los otros con seguridad. Dado que los accidentes con los coches robot acabarían por ser muy improbables, podrían construirse más ligeros, reduciendo el consumo de combustible. Pero, por supuesto, para que sean realmente seguros, los coches deben ser más de fiar que, por ejemplo, los ordenadores personales actuales, que se cuelga en ocasiones y se infectan frecuentemente.
Según el Dr. Thrun, la iniciativa de coches automáticos es un ejemplo de la voluntad de Google para apostar por tecnologías que no darán frutos en años. Incluso las predicciones más optimistas calculan que estamos a más de ocho años de la puesta en práctica de esta tecnología.
Existe también el prospecto más lejano de los coches que nunca necesiten a alguien tras el volante. Eso permitiría que se convocara a los coches electrónicamente para que la gente pudiera compartirlos. Así se necesitarían menos coches, reduciendo la necesidad de las plazas de aparcamiento que consumen mucho espacio.
Y, por supuesto, los coches salvarían a los humanos de sí mismos.
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