El engaño posmodernista

El posmodernismo es un movimiento filosófico nacido tras la Segunda Guerra Mundial, provocado por un desencanto con la posición objetivista sobre la realidad que fomentó la Ilustración. Para ser sinceros, el conocimiento humano nunca se 'ilustró' durante la época conocida como "La Ilustración". La humanidad tuvo que esperar hasta el siglo XIX para que esos ideales se apoderaran de la sociedad y los gobiernos. Era de veras la era del racionalismo y la ciencia. Esta era también nos enseñó una triste realidad: a pesar de toda esta sofisticación, podíamos seguir actuando como bárbaros en nuestra propia tierra. Tras dos guerras mundiales, la gente buscaba una nueva forma de pensar.

Incluso entonces debía ser obvio: las cosas estaban cambiando. Surgieron miles de nuevas religiones tras la Guerra, muchas inspiradas por las antiguas religiones orientales. La cultura jipi estadounidense apareció aparentemente de la nada tras la falsedad de los idílicos años 50. Había una nueva forma de pensar y con ello vino la eternamente importante Duda, la esencia del escepticismo. De repente, la certeza de la mente mecanicista parecía contenida y de mente cerrada. Esta era una nueva era para buscar nuevas formas de hacerlo... ¡todo! Cada faceta de la vida debía reexaminarse; cada tradición mirada con sospecha.

Estas arenas movedizas sociales son vitales para cambiar el paradigma. A esta época de pensamiento anárquico le atañe intercambiar ideas sin discriminación para luego descartar lo malo y conservar lo bueno. Por desgracia, no fue así. Encontramos consuelo en la nesciencia, en la pura ignorancia. La sociedad malgastó esta oportunidad de usar la Duda como una herramienta en busca del conocimiento y se acurrucó entre los brazos de "la nada" disfrazada del siempre insignificante "Todo". La Duda ya no era una herramienta sino un fin, casi un extraño fetiche. El misterio se convirtió en virtud.

Según dicen, es una posición humilde: la certeza, como quiera que se alcance, es arrogante, intolerante y fascista. Sin duda, esta es la Era del Relativismo Moral y Social. Es fácil comprobarlo, si hacéis el favor: reunid a un público atento de personas aleatorias y, en cualquier contexto que deseéis (o en ninguno), pronunciad la famosa expresión «Todos tienen razón». Si no os saltan al cuello por el crimen intelectual de contradecirte en solo dos palabras (el verbo no cuenta), sabréis que estáis en compañía de aletargados relativistas.

La acusación de letargo puede sonar dura (¿o incluso intolerante?). Pueden ser personas por lo demás muy simpáticas e inteligentes, pero en lo que respecta al relativismo, ¿acaso no es ese su propósito? Por definición, cualquier conclusión, afirmación o dogma debe excluir otras conclusiones reales o potenciales. Así que, ¿por qué no designar todo como igualmente acertado y hala, no le demos más vueltas? Por supuesto, esta forma de pensar ignora que en si misma constituye un dogma. Pero ese es el resultado de intentar razonar y mostrar evidencias en contra del racionalismo y empirismo: utilizas exactamente lo mismo que descartas para descartarlo o, en otras palabras, estás cortando la rama sobre la que estás sentado. El engaño posmodernista es que todo es cierto excepto aquello que no esté de acuerdo con esa aseveración sin fundamento: la idea de que la realidad y el conocimiento son subjetivos se toma como principio, de tal manera que es imposible argumentar nada. Lo hacen aun y todo, por supuesto: pero tienen a mano un mantra seudo-filosófico que defecar como diarrea verbal en cuanto se les cuestione.

De nuevo, la posición relativista no es más que un insulto al escepticismo: toma la Duda y la usa como un escudo contra el conocimiento en lugar de como una herramienta en su busca. Sin duda es más fácil afirmar que la ciencia es dogmática y tan fundamentalista como la religión antigua que mirar cómo la ciencia ha descubierto lo que sabe. El posmodernista no comprende la importancia en todo de la metodología. Como ilustré en "La virtud de la fe":
«No hay más que reiterar la diferencia entre creencia y fe; no importa la gran o nula seguridad que tengas sobre cierta cuestión, sino el medio utilizado para llegar a tus conclusiones. Por definición y evidencia histórica, la ciencia revisa sus teorías según dicten las nuevas observaciones; y así la fe supone un gran contraste, que en la misma situación se presenta como la negación de dichas observaciones para poder preservar una creencia».
En cierto modo, es patéticicamente cómico cómo esta gente acusa a la ciencia de arrogancia y se enorgullecen de su humildad. Solo muestran su soberbia ciega cuando publicitan su humildad, pero van un paso más allá y se meten con la empresa humana que no solo ha salvado vidas innumerables sino que además se basa en un solo principio básico: «No lo sé». Este es el punto de partida de todo científico, un grupo de personas que, a pesar del estereotipo de sabelotodo, bien puede ser único en su orgullo al chillar con emoción infantil: «¡Todavía no lo sabemos!». Porque eso significa que hay más por descubrir, lo cual es el trabajo de un cientí-fico.

Pero peor quizá que esta total ceguera de la metodología es la caída en el oscurantismo. Como ya se ha mencionado, la Duda se convierte en objeto de culto, atribuyendo una virtud a algo que es por definición vacío e insignificante. Los creyentes en el posmodernismo o, como los llamaría el filósofo Daniel Dennett, los "Turbios" están rodeados: por un lado están los supernaturalistas y por el otro lado los ilustrados. Los Turbios consideran que ambos son absolutistas dogmáticos porque hacen aseveraciones y no les importa si han llegado a sus conclusiones a través de la fe ciega o de las evidencias. Los oscurantistas temen definir sus términos porque sus ideas deben estar pobremente definidas para evitar exponerse a un análisis crítico. Lo que es peor, los posmodernistas profesionales no se avergüenzan de ello: al glorificar lo abstruso, insisten en el orgullo que tienen de su ignorancia.

Sin embargo, todo eso sería perdonable si su humildad fuera más que falsa modestia, la exasperante cortesía del habla políticamente correcta: o sea, mentir sin vergüenza para evitar conflictos intelectuales; Dios sabe que puede llevarles a pensar en algo socialmente relevante. De hecho, aquellos que mantienen que «Todos tienen razón» son muy conscientes de que todo el mundo mantiene opiniones contradictorias sobre varios temas. Pensarán que tal o cual persona se equivoca al soltar sus obvias pamplinas e incluso puede que repliquen «Bueno, esa es tu opinión», que además de frenar la conversación es una falacia lógica, pero no tendrán una discusión formal, no sea que usen sus capacidades argumentativas por una vez.

Este comportamiento deriva del terror paralizante de ser marcado de «Intolerante», lo cual es una acusación casi tan grave como «Bebicida hitleriano». Esto frenará al individuo más astuto, así que parece ser un buen argumento: «¿Cómo te atreves, mero mortal, a interferir con el derecho civil de la libertad de pensamiento y expresión?». No interfiero. Defiendo el derecho de cada individuo a pensar y decir lo que le plazca siempre y cuando no hiera a otros. No me agradan las leyes de censura y quizá, solo quizá, pongo los límites en discursos de odio. Pero no cometo el fallo con el que el relativista cava su propia tumba: si bien cada individuo tiene el derecho a creer lo que le antoje, eso no significa que esas creencias deban ser inherentemente respetadas o incluso consideras automáticamente ciertas. La persona debe ser respetada y tratada con humanidad, pero sus ideas pueden criticarse y sí, incluso ridiculizarse, porque se está tratando el argumento y no la persona. Por mucho que ridiculice el posmodernismo, lo hago con argumentos y no atacando a sus partidarios personalmente.

¿Pero por qué tanta bulla? ¿No es sobre todo hipocresía inofensiva? No, no lo es. El engaño posmodernista yace en el rencor popular hacia la Ilustración, la noción de que una élite intelectual no es diferente de una política o financiera: la pericia y la certeza se consideran cualidades tiránicas de por sí, al margen del método utilizado para adquirir la experticia y por mucho que el pueblo pueda verificarlo con facilidad. Este fraude intelectual también es responsable del relativismo cultural que permite a muchos aceptar horrores como la mutilación genital femenina si hay una razón religiosa para la práctica. Pero, como filosofar es mi hobby, quizá no sea un accidente que para mi la mayor afronta del posmodernismo sea su embotamiento del intelecto, el secuestro de la Duda como una excusa para no pensar, la exaltación del misterio y el oscurantismo como virtudes cuando no son más que formas cobardes de restringir el conocimiento y de ejercer pereza intelectual.
(The original article written in English here: The Postmodernist Deceit)

7 comentarios:

Baleperson dijo...

Jodeee, muy bueno. Bien escrito y bien argumentado. Gracias Luka

Luka Nieto dijo...

A ti, Vale ;)

Gabriel Hasbun dijo...

Me alegra. Volvimos a los ensayos eficaces.

LukaNieto dijo...

Para entender el engaño posmoderno es muy recomendable el libro de Sokal y Bricmont "Imposturas Intelctuales" o cómo ciertos filósofos estructuralistas se ponen a hablar de ciencia cuando no saben ni resolver una ecuación de segundo grado (un buen resumen en: http://biblioweb.sindominio.net/escepticos/imposturas.html)

LukaNieto dijo...

Muy buen escrito,pero tengo una duda(valga la pregunta).¿Por qué suponer que el postmodernismo es un atentado anticientífico,cuando justamente los postulados posmodernistas exaltan la razón como forma de alcanzar la verdad y la duda como arma para alcanzarla?

LukaNieto dijo...

Reunir en un solo concepto el relativismo con la inacción del pensamiento es falaz. Creo que a los ilustrados se les escapa la esfera emocional del ser humano (a menos que la resumamos al famoso "yo soy yo y mis circunstancias") y el hecho de "creer" que las perspectivas pueden alterar la captación de una realidad que se nos insinúa única, no debería (muchas veces a mi pesar, lo hace) interferir en la aceptación de la realidad escogida como verdadera y transformarla, conscientemente, en axioma personal...Probablemente nadie responda ya que esto es antiguo, pero el lenguaje categórico tiene la virtud que los "posmo" (no me gusta término) suelen obviar, poner en guardia la mente ajena.

LukaNieto dijo...

¿"Miles de nuevas religiones"? ¿?¿?

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