El posmodernismo en la lengua

Entre los muchos males de los que el posmodernismo es responsable, ya sea como causa ideológica o justificación post-hoc, destaca el estigma contra la función comunicativa y economía del lenguaje y la popularización del habla políticamente correcta, con sus eufemismos, oscurantismo semántico y confusiones sobre los estereotipos.

En el mundo académico la concepción clásica de la lengua ya no está sola: en lugar de admirar su función comunicativa, analítica y esclarecedora, se empezó a juzgar a la lengua por su capacidad de determinar e inhibir el pensamiento. De ahí surgen los movimientos para transformar el lenguaje, que pueden ser bienintenciados, como la inclusión de las mujeres en la lengua, o ciertamente siniestros, como los eufemismos políticos y militares que Orwell llevó al extremo de lo macabro en la ficticia Neolengua de 1984. Estos intentos se basan en teorías anticuadas según las cuales la relación entre las ideas y la lengua se invierte o, según las palabras de J. Hillis Miller, «el lenguaje no es un instrumento en manos del hombre [...] sino que el lenguaje piensa al hombre y su 'mundo'... si el hombre lo permite».

Como todas las teorías posmodernistas, esta noción invierte la lógica de la causa-efecto para crear una idea impenetrable y por tanto aparentemente inteligente. En realidad, el lenguaje nos permite comunicar pensamientos pero no es la materia de los pensamientos ni la causa del conocimiento. Y es por eso que la ingeniería social del Gran Hermano debe fallar: eliminar la palabra 'libertad' no eliminaría el anhelo visceral humano de ser libre.
«Como todas las teorías de la conspiración, la idea de que la lengua es una prisión denigra su materia mientras sobrestima su poder». -Steven Pinker
Esto no significa que la lengua sea solo un conjunto de etiquetas que no afectan al pensamiento: es el medio principal de transmisión cultural y es cierto que puede ser una herramienta de manipulación. En cambio, no es tan poderosa como deseamos y tememos, ya sea para eliminar el racismo y el sexismo o para mitigar verdades incómodas con un lenguaje semánticamente vacío. Y por eso sabemos perfectamente lo que significa el término "daños colaterales" y nadie acusa de racistas a los afroamericanos que usan el término peyorativo "nigger" para referirse a otros afroamericanos. En definitiva, el habla eufemística y políticamente correcta infravalora nuestra capacidad de distinguir contextos y subtextos.

Un ejemplo de la inutilidad de la corrección política es que, si bien el racismo, el sexismo y la homofobia ya no son posiciones aceptables en gran parte de las sociedades occidentales, aquellos que las comparten han encontrado vías de escape mediante el oscurantismo lingüístico con eufemismos como "los derechos de los hombres" que dan a entender que se trata de un movimiento defensivo y no ofensivo. Aunque el subtexto sea conocido por todos, el abandono de toda terminología denigrante les cubre las espaldas según las mismas reglas de corrección política creadas para combatirlos. Solo podremos condenar el verdadero problema, sus ideas, si volvemos a centrarnos en el contexto y el subtexto en lugar del lenguaje utilizado.

Esta transformación de nuestras prioridades también tiene consecuencias directas. La censura en los medios por miedo a hacer ofensa es un ejemplo perfecto: aquellos que establecen las normas de censura buscan palabras específicas al margen del contexto. No importa si se trata de una sátira o incluso un recurso literario de exageración con fines humorísticos. Los comediantes Ricky Gervais y George Carlin, que debido a su contenido impactante se han enfrentado a esta estúpida forma de censura a menudo, explican el problema con claridad:
«No hay nada sobre lo que no se debería bromear [...]. Cuando se cuenta una broma de mal gusto hay un acuerdo implícito de que ninguno piensa así en realidad. No contaría una broma de mal gusto a un pedófilo reconocido». -Ricky Gervais

«Muchos grupos de este país quieren decirte cómo hablar y de lo que no puedes hablar. A veces dirán que puedes hablar del tema pero no bromear "porque no es cosa de broma". Los comediantes siempre nos topamos con esa gilipollez [...]. Se pueden hacer chistes sobre todo: todo depende de cómo construyas la frase, de cuál sea la exageración, porque todo chiste necesita una exageración, algo que se salga de los límites. [...] Las palabras ["inapropiadas"] no tienen nada de malo en sí mismas: solo son palabras. Lo que importa es el contexto. Lo que las hace buenas o malas es quién las use, la intención tras las palabras. Las palabras en sí son completamente neutrales, son inocentes. Estoy harto de que se hable de "malas palabras" y "lenguaje sucio". ¡Gilipolleces! Es el contexto lo que las hace buenas o malas». -George Carlin
Otra víctima del posmodernismo en la lengua es la noción de los estereotipos, los conjuntos de adjetivos que se utilizan para encasillar a grupos variados en definiciones simplistas. Por desgracia, se suele cometer la equivocación de confundir prejuicios y juicios: la queja de «¡No me pongas etiquetas!» es legítima cuando al individuo se le encasilla injustamente sin conocimiento previo, pero no es apropiada cuando la "etiqueta" es la definición general y estadística de un grupo al que este pertenece. En esencia, es la diferencia entre decir que «los hombres son más fuertes que las mujeres» y «todos los hombres son más fuertes que las mujeres». Una es un dato estadístico cierto y la otra una generalización injusta pero, debido a la sobreprotección políticamente correcta contra el estereotipo, pocos notan la distinción.

De hecho, en el mundo académico varios investigadores han sufrido toda clase de abusos porque sus estudios puramente estadísticos se han malinterpretado como prejuicios morales: en 1991 los psicólogos Stanley Coren y Diane Halpern se enfrentaron a amenazas de muerte y a la censura en una revista científica por las conclusiones estadísticas de que los zurdos suelen tener más complicaciones y mueren antes que los diestros. En términos más generales, cada vez que se descubre un gen para la violencia, la homosexualidad o cualquier otro tema candente nadie parece comprender que no dicen que todos aquellos con el gen tendrán la condición o la conducta ni que estas no se presentarán sin el gen: la expresión de "un gen para..." se refiere a la mayor probabilidad de que la condición se presente, ni más ni menos.

Las reservas contra el racismo, la homofobia y todo lo expuesto aquí son legítimas, pero en la práctica las defensas se han llevado a unos extremos ridículos de manipulación y malinterpretación del lenguaje que sobrestiman su poder y subestiman nuestra inteligencia.
(Read the English translation: Postmodernism in Language)

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