El poder

El poder. Muchos tienen ansias de poseerlo aunque pocos lo consiguen, y la mayoría teme a los que sí que cumplen su objetivo. En mi caso, lo primero en lo que pienso al oír hablar del poder es en el peligro que este supone, sobre todo a nivel gubernamental y económico. El poder político y financiero. No hay duda de que tratamos un tema delicado, así que hagamos la gran pregunta de una vez por todas: ¿a quién debería pertenecer el poder?

Empecemos por lo fácil y más cercano: ¿a las empresas? Así dicta la corporatocracia o la mismísima democracia representativa que tenemos cuando el gobierno se encuentra en su estado menos socialista y se inclina más por la privatización. Si bien suele tratarse de la soberanía más productiva económicamente a corto plazo para la nación en cuestión de PIB, los resultados para el pueblo en sí son devastadores. Entre los muchos estragos que ha causado el nacionalismo, el más aberrante es poner el término "pueblo" como sinónimo de "estado". Teniendo en cuenta que la corporatocracia deja de lado al pueblo, el pueblo no necesita más para dejar de lado a la corporatocracia. Así que, ¿cuál es el próximo paso lógico? ¿Qué es lo primero que podría venirnos a la mente con la 'unión del pueblo'?


Efectivamente: el comunismo. En otras palabras, significaría dar todo el poder al estado. Pero como ya puntualizamos al hablar de la diferencia entre propiedad privada y pública, el gobierno de una corporación y el de muchas es similar; de hecho, el gobierno de una sola es mucho más peligroso, ya que no encontrará oposición alguna: si el sistema de hoy nos beneficia en algo es en que las corporaciones compiten entre sí y el ánimo de lucro es el fin en lugar del control del pueblo. Con el comunismo tiende a ocurrir lo contrario, como ya hemos visto en la práctica. Desgraciadamente, nada indica que este sistema pueda tomar un rumbo distinto -al menos no sin una profunda reforma educativa previa.

Entonces, ¿el problema está en la ignorancia que lleva a las ansias de poder y control, que a su vez se manifiestan en injusticia? Entonces, ¿se solucionaría ese punto cediendo el poder a los más sabios, que según la aristocracia que proponen Platón y compañía son "los mejores"? Con los filósofos y científicos ocupando los cargos públicos, se gobernaría con sabiduría. Hoy día, esta idea general se refleja en el movimiento tecnócrata. Es indudable que así se resolverían muchos conflictos del sistema político y social, pero todos estos pensadores olvidaron la lucha de clases inevitable en una sociedad desigual.

Por tanto, podemos concluir que en este caso la traba reside en la desigualdad social, ¿verdad? ¿Y si el poder político recae realmente en el pueblo, como ocurriría en una democracia directa? Desaparecería la desigualdad a nivel político, efectivamente, pero volveríamos al problema de la ignorancia: en el caso de que el pueblo sea por lo general estúpido, lo serán también sus decisiones. No debemos olvidarnos de la reforma educativa.



¿Cómo podemos deshacernos de la ignorancia sin dejar atrás la igualdad? Si adoptamos una sola de las clases sociales que propone Platón, las clases desaparecerían. Sin lugar a dudas, en una sociedad en la que todos fueran gobernantes sabios (filósofos, científicos, técnicos y educadores) no nos encontraríamos los dos grandes conflictos que hemos comentado, aunque por supuesto tampoco se trataría de una utopía: aparecerían nuevos problemas. La sociedad no sería perfecta; simplemente, sería mucho mejor de lo que tenemos ahora.

¿Pero qué significa que todos sean gobernantes? ¿No significa eso que cada uno se gobierna a sí mismo? ¿Y acaso no podríamos definir así a la anarquía? Que todos tengan el poder significa que ninguno tiene el poder más que sobre sí mismos: no hay dirigentes, o sea, es una anarquía. En definitiva: no hay poder. ¿Por qué? Ya lo dijo John Acton:

"El poder tiende a corromper.
El poder absoluto corrompe absolutamente"


El primer paso es la comunicación y la educación, y cuando el ser humano pueda considerarse sabio en conjunto e individualmente estará preparado para dar el gran paso a un sistema sin control estatal. De todos modos, ¿funcionaría un mundo en la anarquía tradicional? Todo depende de cómo queramos vivir. Aunque podría funcionar en pequeñas comunidades tradicionales sin una gran difusión de nuevas tecnologías, la anarquía no se empareja fácilmente con una visión más global de la sociedad y con el uso diario de tecnología punta, ya que para ambas cosas se necesita algún tipo de sistema de gestión estable.

Pero, ¿precisamos de un gobierno como lo entendemos hoy en día, de una cabeza controlando el sistema político establecido? No necesariamente: bastaría con un sistema económico (administración de bienes) informático mantenido por técnicos y científicos que simplemente se ocuparía de la gestión y organización de los recursos de la Tierra, de la construcción y de todos los demás fines meramente objetivos.

Al fin y al cabo, ¿qué más hay que decidir? ¿Gastos financieros, que es a lo que se reduce la política hoy en día, teniendo en cuenta que la guerra, las relaciones internacionales y la construcción de infraestructura pública también persiguen o se basan en fines económicos? En un mundo sin desigualdad social, en un mundo en el que el poder no recae sobre nadie, ¿para qué se necesita un sistema monetario? Nos iría perfectamente con una economía que se basara únicamente en los recursos y no en el comercio monetario. No se trata de tener los fondos necesarios sino de tener los recursos. Y sí, la Tierra los tiene.

Las cuestiones subjetivas son irrelevantes a nivel mundial. Hoy en día se habla muchísimo de nuestro derecho de decisión. En cambio, en un sistema democrático representativo y capitalista, ¿qué decidimos nosotros? Y vayamos más allá: ¿qué es realmente lo que el gobierno decide por nosotros? El fin del sistema es preservarse a sí mismo cueste lo que cueste: el único cambio que ocurre cuando un gobierno sustituye a otro es la fachada. En definitiva, no es más que una lucha de poder sobre un mismo organismo imperturbable, y aunque algún político quisiera hacerlo de buena fe para con el pueblo, no podría cambiar nada que desafiara las bases del sistema.

Al final, el hecho es que el poder político desde un punto de vista subjetivo (y de alguna forma u otra, los humanos siempre lo somos) es una amenaza. En otras palabras, el poder es peligroso en sí mismo, así que lo mejor es anular su importancia haciendo que nadie lo posea.

Si no se recompensa el poder, no hay poder.