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Mientras la civilización occidental yace moribunda

John Kozy, un profesor jubilado de filosofía y lógica que escribe para varias fuentes sobre temas sociales, políticos y económicos, ha escrito un artículo llamado "As Western Civilization Lies Dying" que merece una lectura. Mejor, varias lecturas. A continuación, la traducción de Germán Leyens en Rebelión, con un par de correcciones propias:
Un hombre que sufre de fuertes dolores de pecho colapsa. Su mujer llama al 911. Llega una ambulancia, los enfermeros atienden al paciente, lo colocan en la camilla de la ambulancia y parten al hospital. Durante el trayecto, el motor se detiene. El personal de la ambulancia comienza a discutir sobre cómo lograr que el motor vuelva a arrancar. Uno dice que se necesita más gasolina, otro dice que hay agua en el tanque, un tercero dice que el filtro de combustible está obstruido. Mientras discuten, el paciente yace moribundo.

La situación es análoga a lo que sucede en EE. UU. y partes de Europa. Mientras los economistas y los políticos discuten, sus naciones agonizan. Esa gente busca el diablo en los detalles, pero no es donde se encuentra. Lo diabólico es el propio sistema.

El sistema comercial occidental es extractivo. Existe para extraer más de los consumidores de lo que les suministra en productos y servicios. Su objetivo es el lucro. Nunca ha sido mejorar la condición humana sino explotarla. Funciona como sigue:

Consideremos dos tanques de agua, ambos llenos inicialmente, uno sobre el otro. Un galón de agua es descargado del tanque superior al inferior por cada dos galones extraídos del tanque inferior y bombeados al tanque superior. Con el paso del tiempo, el tanque inferior se vacía y el tanque superior rebosa. La circulación del agua entre los tanques termina.

Esta visión describe esencialmente todos los sistemas comerciales basados en el lucro. Por eso el 20% superior de los estadounidenses posee un 93% de la riqueza financiera de la nación y el 80% de abajo tiene sólo un 7%. Por eso el 40% inferior de todos los asalariados en EE.UU. posee en conjunto actualmente menos de un uno por ciento de la riqueza de la nación. Es el motivo por el cual la tasa de pobreza de la nación es ahora 14,3%, cerca de 43,6 millones de personas o una de cada siete. Es también la razón por la cual el Wall Street Journal informó de que un 70% de los estadounidenses viven al día. También es el motivo por el cual, a pesar de numerosas promesas durante decenios, no se ha hecho ningún progreso en la reducción de la pobreza en el mundo. El sistema es un ladrón.

La economía no ha colapsado debido a abusos de autoridad, desregulación o chapucerías políticas (aunque todos estos factores pueden haber sido causas inmediatas); ha colapsado porque han vaciado los bolsillos de la vasta mayoría de los estadounidenses. La burbuja de la vivienda no reventó por un aumento de los precios de las casas, lo hizo porque los bolsillos de los consumidores habían sido vaciados hasta tal punto que ya no podían pagar las hipotecas.

Lo que el 20% más rico de los estadounidenses no comprende es que algunos en ese grupo comenzarán a concentrarse en los otros para que el proceso extractivo siga funcionando. De hecho ya está sucediendo. “La fuerza bruta de la recesión durante este año hizo volver atrás a 2004 la riqueza personal de los estadounidenses y eliminó la inmensa suma de 1,3 billones [millones de millones] de dólares por la disminución de los valores de las casas y las pérdidas en las inversiones”. El 80% inferior de los estadounidenses sufrió sólo una pequeña parte de esas pérdidas de las inversiones. No existe, después de todo, buena voluntad dentro de la codicia, y el mercado puede ser, y es frecuentemente, manipulado.

El
“sistema” ha empobrecido a la gente, la circulación entre los dos tanques ha sido reducida a un chorrito, y nuestros economistas han convencido al gobierno de que la única manera de lograr que las cosas vuelvan a fluir es echar más agua al tanque superior, con la esperanza de que el derrame llegue al tanque inferior. ¡Más vale orar para que llueva!

Este empobrecimiento tienes numerosas implicaciones matemáticamente seguras; a continuación menciono dos.

Primero, el sistema no puede arreglarse retocando los detalles. En el mejor de los casos, el retoque de los detalles sólo puede retardar el agotamiento de la riqueza de los consumidores. Mientras el sistema se base en el lucro, tendrán que apoderarse de más de lo que comparten. El ritmo de consumición se puede cambiar, pero no la consumición. La conclusión es tan matemáticamente segura como la sustracción. Es un enigma por qué los genios de la comunidad económica estadounidense, todos los cuales promocionan la economía por su uso de modelos matemáticos, no pueden comprenderlo. Pueden retocar tanto como quieran. Algunos retoques producirán beneficios aparentes, otros no. Pero una cosa es segura –el sistema, a menos que sea fundamental y esencialmente cambiado– se romperá una y otra vez como ha sucedido a intervalos bastante regulares en el pasado. Mientras el mantenimiento del sistema sea más importante que el bienestar de la gente, ésta no tendrá escape. Termina por empobrecer, ¡funcione o no el sistema! Dos mil años de historia no han producido un solo ejemplo que contradiga esta conclusión. La prosperidad nunca resulta de la explotación.

Otra implicación que pocos parecen haber reconocido concierne la deuda nacional.

Se nos dice que nuestros descendientes, nuestros hijos, y sus hijos, cargarán con el peso de pagar la deuda. Pero a menos que el sistema comercial occidental sufra cambios fundamentales, los hijos y los nietos de la mayoría de los estadounidenses nunca tendrán que cargar con ese peso. ¿Por qué? Ni siquiera los gobiernos pueden robar bolsillos vacíos. De modo que la deuda tendrá que ser pagada aumentando los impuestos, y los hijos y nietos del 20% de los estadounidenses que posee un 93% de la riqueza financiera de la nación tendrán que pagarlos. La mayoría de esa gente, si no todos, son también inversionistas. En vista del acrimonioso debate sobre el fin de los recortes tributarios de Bush para los ricos, las probabilidades de que eso llegue a ocurrir son ínfimas.

¿Pagarán entonces la deuda mediante la devaluación del dólar, imprimiendo dinero? Muchos creen que el gobierno terminará por elegir esta alternativa. Supongamos que lo hace. Entonces todos los dólares en manos de cualquiera en cualquier sitio serán devaluados por igual, incluidos los dólares en manos de ese mismo 20% de estadounidenses. De nuevo, el 20% acaudalado de los estadounidenses, que posee más, perderá más. Los dólares devaluados que reciban de sus inversiones serán simplemente agregados a sus dólares devaluados, y mientras más se devalúe el dólar para pagar la deuda, más perderán los ricos.

Y finalmente, ¿cesará los pagos el gobierno? La mayoría parece creer que es poco probable. Tal vez, ¿pero no es la mejor alternativa? Simplemente no se pagará a los inversionistas, pero el resto de su dinero retendrá su valor a menos que otras consecuencias económicas lo reduzcan. Incluso Morgan Stanley reconoce que
“la crisis de la deuda soberana no terminará hasta que gobiernos de países ricos fuertemente endeudados obliguen a los propietarios de sus bonos a aceptar pérdidas considerables”.

Por lo tanto, mantened la calma, estadounidenses, vuestros hijos nunca soportarán la carga de pagar la deuda nacional. Sentaos y gozad viendo como se retuercen los ricos.

Algunos dicen que si la nación cesa los pagos, el gobierno no podrá pedir prestado. Pero otros gobiernos lo han hecho sin perder su capacidad de pedir prestado. Rusia, Argentina, y Zimbabue son sólo los ejemplos más recientes. Por cierto, hay graves consecuencias económicas cuando no se cumple con los pagos, pero cada una de las alternativas también las causa. ¿Hasta qué punto será más dura la vida para el 80% de los estadounidenses que posee sólo un 7% de la riqueza de la nación? No existen, después de todo, grados de bancarrota; no se habla de quebrar, quebrar más y quebrar mucho.

¿Se negarán a prestar los inversionistas? Lo dudo. Una persona rica puede hacer cuatro cosas con su dinero: regalarlo, gastarlo, meterlo bajo el colchón, o invertirlo. Son las únicas alternativas, y es poco probable que se pueda gastar gran parte del dinero, o que muchos tengan inclinación a regalarlo o ahorrarlo. De modo que en realidad los ricos no tienen muchas alternativas.

Finalmente, un principio oculto subyace este sistema extractivo: está bien que algunos se enriquezcan empobreciendo a otros. Aunque esto sea exactamente lo que hacen los ladrones, nadie, que yo sepa, ha señalado alguna vez que este principio es inmoral. Parece universalmente aceptable desde el punto de vista económico. Pero hay que considerar estos dos principios similares: (1) Está bien que algunos mejoren su salud destruyendo la salud de otros, y (2) Está bien que algunos eviten las consecuencias de sus actos criminales haciendo que otros carguen con ellas. Nadie consideraría que estas dos últimas son justas, pero las tres son lógica y materialmente idénticas.

Algunos podrán afirmar que sin beneficios ningún sistema comercial puede funcionar efectivamente. Si fuera verdad, las implicaciones para la humanidad son horribles. Implica que la humanidad fue hecha a la imagen de Satán, que los Mandamientos, especialmente el décimo, son fraudulentos, que toda la filosofía y la literatura que definen la civilización occidental son nulas, que no existe una distinción esencial entre naciones llamadas civilizadas y bárbaras, que todos los gobiernos son ilegítimos, que palabras como justicia y equidad carecen de significado, que la ley es ilegal, que la sociedad se desintegra en no-ciedad y que nada importa realmente. La economía es un manicomio, la Tierra es el asilo de dementes del Universo, y los más locos están a cargo. ¿Qué clase de mente humana llegaría a tratar de defender una abominación semejante?

El sistema comercial occidental existe sólo para enriquecer a los que venden mediante la explotación de los consumidores. Cuando los gobiernos institucionalizan este sistema colocan a sus naciones en camino al suicidio. Observadores astutos de la historia reconocieron hace tiempo lo que explicitó Thomas Jefferson:
“Los mercaderes no tienen patria”. ¡Oh, sí! Esos mercaderes objetarán vehementemente. No hay que hacerles caso. Basta con observar lo que hacen.

Esperan tratamiento y servicios favorables de los gobiernos, pero hacen todo lo posible para no tener que pagarles impuestos y no se preocupan en absoluto cada vez que sus países nativos enfrentan la bancarrota. Cuando sus países nativos enfrentan problemas, como en tiempos de guerra, llaman al pueblo a sacrificarse mientras se permite que los mercaderes se beneficien. Cuando John F. Kennedy dijo:
“No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que puedes hacer por tu país”, no hablaba a los EE. UU. corporativos. ¿Hay algún lector de este artículo que piense realmente que los fabricantes de Humvees, de drones y de F16 considerarían la posibilidad de entregarlos a las fuerzas armadas a precio de coste? Y, no obstante, cuán grande es el precio del sacrificio que se exige a padres cuando envían a sus hijos a combatir en guerras execrables.

Gente, un mercader que no está dispuesto a sacrificar por su país no tiene patria, no apoyará a ningún país, no defenderá a ningún país, y si se otorga a gente semejante el control de una nación, le chupará la sangre, y venderá partes de su cuerpo al mejor postor. Ni siquiera quedará un cadáver reconocible. La seguridad del Mundo Occidental no está amenazada por el terrorismo, la amenaza proviene del sistema comercial del Mundo Occidental.
Había oído argumentos muy convincentes a favor de un cambio sistémico fundamental, pero este es el primero que podría convencer a los ricos, ya que su 'cubo' también acabará por vaciarse. Los parches no evitarán que los cubos se vacíen: las reformas monetarias sólo retrasarán lo inevitable y harán que, cuando lo inevitable llegue, cause mucha más destrucción de la que habría sido necesaria. Afrontemos la realidad: el sistema comercial basado en el lucro ya no funciona. Ha muerto, que descanse en paz; usar su cadáver para hacer el paripé no servirá de nada más que de distracción mientras el mundo a nuestro alrededor se derrumba.

Social evolution in an emergent society

Karl Marx was in part right when he said that "the history of all hitherto existing society is the history of class struggles." Every power establishment eventually undergoes a downfall, of which the lower class takes advantage in order to improve their situation; in extreme cases, the action takes the form of a revolution and in the not-so-extreme cases, they at least make themselves noticeable enough to make sure they are never again ignored. The history of the civilizations in their path to our proxy democracy (modern history) can be defined as a painful 'stagnation-revolution-stagnation' cycle: generally, when revolutionaries take control they represent the exponent of human liberties, but just in that time frame, just in their own context.

Nowadays, the "everything for the people, nothing by the people" motto of Enlightened Absolutism seems like a bad joke. However, if we take into account the historical web surrounding that one thread, we must admit it was an advancement that resulted in a slightly more enlightened society. This can mislead us to think that if absolutist monarchy had not make such a concession, maybe that very order would have endured for a much longer time, or maybe the shift towards liberalism would not have been so gradual. But could monarchy even afford to not make such a concession? Of course not: cornered by dangerous new ideas, every power establishment ends up trying to adapt to them superficially, maintaining the essentials but conceding some changes, although later the plan backfires. That is precisely how we see enlightened despotism now and we can only conclude that people in the future will laugh at our concept of liberalism and democracy too.

From primitive societies to capitalism, all have tried their best in their physical context, not accounting for ups and downs. That seems to be the human propensity, as long as the environment allows it. In other words, it is not just that we 'are' better people or more civilized beings: the technical conditions have allowed us to be so. Were we left tomorrow without our essential facilities (tap water, electricity and transport for goods and people), faster than seems possible the inhabitants of the developed nations would take up a new paradigm: chaos.

So yes, capitalist economy is an advancement, including its current characterization that owes more to the monetary reforms on the mid-20th Century than to its original ideas. The fact is the life of an average human being has improved considerably throughout the last two hundred years thanks to advancements in mechanization, medicine and methodical education; it is technical know-how, to a certain point carried out by the opening of the market, what has improved our lives. But monetarism will only take us up to a certain point.

Sure enough, we must not forget that while life expectancy in the Americas, Oceania and Europe (and even Asia to a certain extent) has raised considerably, in Africa the situation is still pretty deplorable: if we take a look at the current data we will see that we double the live expectancy of many South African nations.

Why does this happen? Why is there still classic slavery in a handful of countries, inordinate exploitation in many others and wage slavery in developed or developing countries? Aside from the obvious direct causes, this happens because the current political and economic system, once the prototype of the maximum freedom possible for humanity, is now obsolete. These things and worse were already happenning but during the last half-century society has sensitized to them and has imagined new possibilities. However, the system has not caught up: clean and practically inexhaustible energy sources, more practical methods of agriculture, the almost total automation of the manufacturing sector (and of the services), more energy-efficient and faster means of transport for goods and people, instantaneous global communication and, in the near future, the dawn of cybernation and nanotechnology.

The current political-economic model is already attempting to reconcile with it all but it will eventually fail. If we take these advancements to their logical extreme, it won't even be able to justify its very basis: the human employment in the production process, and therefore the concept of product 'value' mostly defined by the human time and work required in manufacturing. The mechanization of the industrial age substituted twenty men for just one driving a machine and the automation of the computer age is already substituting employees of all sectors for a few technicians -and no, those jobs will not come back.

Actually, nor should they come back -if the eight-hour day was achieved with mechanization, what will then be achieved with automation? Even with the over-exploitative and over-productive tendencies of the free market, the difference would be astronomical. And if the system adapted to the new technology instead of the other way around, the concept of employment and wages as the basis for economy would end up being obsolete. In any of its many manifestations, the monetary system would not be able to justify the necessity of paying for food and energy if its ability to make them in abundance were such that their acquisition was considered a civil right. This way, scarcity would decrease more and more alongside human time and work, until product value dangerously approximates zero.

Hence, changes will happen. Either a painful revolution breaks out or capitalism will gradually adapt to these technical and social pressures until whatever is left is unrecognizable. There will be a time when this junction will be crucial but for the purpose of this text the difference is insignificant, as the current system will collapse under its own weight the same way that one day it brought about a new prototype of human freedom. It is also possible that cultural change will not be so fast as to outmatch the energy problem or the tensions among nuclear-armed nations, but that alternative does not need further explanation.

Having said that, how can the ensuing culture avoid the cycle of stagnation and revolution? Modern politics does this in some ways, but how do you create a society that evolves embracing the little mutations, instead of standing up to them to eventually succumb to the next logical step? How do you make it so that the very basis of society, with its culture and economy, stops the human trend of shifting the socio-economic model by dominating the ruling system? In short, how can we avoid an established system and arrive at an emergent system?

The point is to organize these new technics in a way that those pioneers in the forefront of social evolution cannot (and don't want to) be leaders, but doers. Instead of leading the system in an overarching way, they do stuff to improve specific characteristics within it. Therefore, to avoid the stagnation of ideas at a socioeconomic level there simply cannot be a rigidly defined system of government; each and every individual governs or leads society by means of their input in technics and culture.

From technological and medical contributions to artistic and recreational ones, society arranges itself by 'the little things', as opposed to most modern theories of power. But at the same time, thanks to electronic communication and fast transportation, there is a possibility to connect society as a whole: even the product of the most insignificant participation is available to everyone in a decentralized but totally united network of computer systems and transport, instead of being left limited to a region or expand with exasperating and sometimes lethal sluggishness, as it happened in primitive societies and is still proposed in politics by certain kinds of anarchism and in social movements by off-grid ecovillages.

That is how you create an emergent society. Following the natural course of technology, communication among human beings is eased until a global interconnection is achieved, with which every individual knows perfectly that their contribution will help them, their family and everyone else and that the input of the rest of the world will follow the same path, uninterrupted by any government that would be unnecessary in this historical context. Not having an overarching power, in this system the only constant is change. The cycle of stagnation and revolution and the struggle between new and old ideas simply ceases to be applicable and is naturally replaced by another paradigm: social evolution in an emergent society.
(Leer la versión original: La evolución social en una sociedad emergente)

La evolución social en una sociedad emergente

Karl Marx tenía cierta razón cuando dijo que «la historia escrita de todas las sociedades existentes hasta ahora es la historia de la lucha de clases». Cada poder establecido en una cultura sufre un momento de decadencia que la clase subyugada aprovecha para mejorar su situación; en los casos más extremos se trata de revoluciones hechas y derechas y en los menos extremos hacen el ruido suficiente como para no ser ignorados en el futuro. La historia de las civilizaciones en camino de nuestra democracia representativa (la historia moderna) se puede definir como un penoso ciclo de 'estancamiento-revolución-estancamiento': generalmente, cuando los revolucionarios toman el poder representan el exponente de la libertad humana, pero solo en ese marco temporal, solo en su propio contexto.

Hoy día la actitud de «todo para el pueblo pero sin el pueblo» que presentaba el despotismo ilustrado nos parece una broma de mal gusto. En cambio, si tenemos en cuenta el tejido histórico alrededor de ese único hilo, hemos de admitir que se trataba de un avance que tuvo como resultado una sociedad ligeramente más ilustrada. Esto puede hacernos llegar a la conclusión errónea de que si la monarquía absoluta no hubiera hecho tal concesión, puede que aquel orden hubiera persistido durante mucho más tiempo o quizás el paso al liberalismo no habría sido tan gradual. Pero, ¿acaso podía la monarquía no hacer tal concesión? Por supuesto que no: al verse acorralado por nuevas y peligrosas ideas, todo poder establecido acaba por intentar adaptarse a éstas de forma superficial y concede ciertos cambios sin abandonar su base, aunque luego les salga el tiro por la culata. Esa es precisamente la visión que tenemos del absolutismo ilustrado hoy día, y sólo podemos concluir que en el futuro se reirán también de nuestro concepto de liberalismo y democracia.

Desde las sociedades primitivas hasta las capitalistas, todas lo han hecho lo mejor que han podido en su contexto físico, obviando altibajos. Esa parece ser la tendencia humana, siempre que el entorno lo permita. En otras palabras, no es que simplemente 'seamos' mejores personas o seres más civilizados: las condiciones técnicas nos han permitido serlo. Si nos quedáramos mañana mismo sin nuestros servicios básicos (agua corriente, electricidad y transporte de mercancías y personas), en menos de lo que pensamos los habitantes de las naciones desarrolladas adoptaríamos un nuevo paradigma social: el caos.

Así que sí, la economía capitalista es un avance, incluida su caracterización actual que debe más a las reformas económicas de mitad del siglo XX que a sus ideas originales. Es un hecho que la vida del ser humano medio ha mejorado considerablemente a lo largo de los últimos doscientos años gracias a avances en la mecánica, la medicina y la educación metódica; es la técnica, hasta cierto punto llevada a término por la apertura del mercado, la que ha mejorado nuestras vidas. Pero el monetarismo sólo podrá llevarnos hasta cierto punto.

En efecto, no debemos olvidar que mientras la esperanza de vida en las Américas, Oceanía y Europa (e incluso Asia en menor medida), ha aumentado considerablemente, en África la situación sigue siendo precaria: si echamos un vistazo a los datos actuales, veremos que doblamos la esperanza de vida de muchas naciones sudafricanas.

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué sigue habiendo esclavitud clásica en unos pocos países pobres, explotación desmesurada en varios otros y servidumbre salarial en los países en desarrollo y desarrollados? Obviando las causas inmediatas, ocurre porque el modelo político y económico actual, en su momento prototipo de la máxima libertad posible de la humanidad, ha quedado obsoleto. Cosas así y peores ya ocurrían antes, pero durante el último medio siglo la sociedad se ha sensibilizado ante estas injusticias y ha imaginado nuevas oportunidades. En cambio, el sistema no se ha puesto al día: fuentes de energía limpias y prácticamente inagotables, métodos más prácticos de agricultura, la casi total automatización del sector de producción (y del de servicios), medios de transporte de mercancías y personas energéticamente eficaces y sobre todo rápidos, comunicación global instantánea y, en el futuro próximo, el auge de la cibernetización y la nanotecnología.

El modelo político-económico actual ya está tratando de conciliarse con todo ello, pero al final fallará. Si llevamos dichos avances a su fin lógico, ni siquiera podrá justificar su mismísima base: el empleo humano en la producción y, por tanto, el concepto del 'valor' del producto definido en su mayor parte por el tiempo y trabajo humano requeridos en su fabricación. La mecanización de la era industrial sustituyó a veinte hombres por uno sólo ocupado en dirigir una máquina y la automatización de la era informática ya está sustituyendo a empleados de todos los sectores por unos pocos técnicos. No, esos empleos no van a volver.

De hecho, no deberían volver: si se consiguió la jornada de ocho horas con la mecanización, ¿qué se conseguirá entonces con la automatización? Aún con la tendencia a la sobre-explotación y a la sobre-producción del mercado abierto, la diferencia sería astronómica. Y si el sistema se adaptara a la nueva tecnología en vez de a la inversa, el concepto del empleo y el salario como base de la economía acabaría siendo obsoleto. En cualquiera de sus múltiples formas, el sistema monetario sería incapaz de justificar la necesidad de pagar por los alimentos y la energía si su capacidad de crearlos en abundancia fuera tal que su adquisición se considerara un derecho civil. Así, la escasez disminuiría cada vez más junto al tiempo y trabajo humanos, hasta que el valor del producto se acercaría peligrosamente a cero.

Por ello, habrá cambios. Puede que estalle una dolorosa revolución o puede que el sistema se adapte poco a poco a estas presiones técnicas y sociales hasta quedar irreconocible. En su momento será un punto crucial, pero a efectos de este texto la diferencia es insignificante ya que el sistema actual caerá por su propio peso de la misma forma que en su día trajo un nuevo prototipo de libertad humana. También es posible que el cambio cultural no sea tan rápido como para superar al problema energético o las tensiones entre naciones armadas con potencia nuclear, pero esa alternativa no precisa mayor explicación.

Dicho esto, ¿cómo puede evitarse que la cultura resultante siga el mismo ciclo de estancamientos y revoluciones? La política moderna ya lo hace en parte pero, ¿cómo se podría llegar a una sociedad que evolucione abrazando las pequeñas mutaciones, en vez de resistirse a ellas para luego sucumbir inevitablemente al siguiente paso lógico? ¿Cómo hacer que la mismísima base de la sociedad, con su economía y su cultura, acabe con la tendencia del ser humano a cambiar de modelo socio-económico dominando al sistema imperante? En definitiva, ¿cómo podemos evitar un sistema establecido y llegar a un sistema emergente?

La cuestión consiste en organizar la aplicación de estas nuevas técnicas de tal manera que aquellos pioneros al frente de la evolución social no puedan (ni quieran) ser líderes, sino hacedores. En lugar de dirigir el sistema de forma global, hacen cosas para mejorar características específicas de éste. Por tanto, para evitar el estancamiento económico y social no puede haber un gobierno de constitución demasiado definida; todos los individuos deben gobernar o guiar a la sociedad por medio de sus aportes en la técnica y la cultura.

Desde aportes tecnológicos y médicos hasta artísticos y recreativos, la sociedad se configura a sí misma desde 'las pequeñas cosas', al contrario que en la mayoría de teorías modernas del poder. Pero al mismo tiempo, gracias a la comunicación electrónica y los transportes de alta velocidad, existe la posibilidad de conectar a toda la sociedad: incluso el producto de la participación más insignificante está al servicio de todos en una red descentralizada pero totalmente unificada de sistemas informáticos y de transporte, en lugar de quedarse limitados a una región o extenderse con exasperante y en ocasiones letal lentitud, como ocurría en las sociedades primitivas y como proponen en la política ciertas clases de anarquismo y en los movimientos sociales las eco-aldeas.

Así se crea una sociedad emergente. Siguiendo el curso natural de la técnica, la comunicación entre seres humanos se facilita hasta llegar a una interconexión global con lo que cada individuo sabe perfectamente que su contribución le ayudará a sí mismo, a su familia y a todos los demás y que los aportes del resto del mundo seguirán el mismo camino, no interrumpidos por un gobierno que sería innecesario en este contexto histórico. Al no haber un poder que lo englobe todo, en este sistema la única constante es el cambio. El ciclo de estancamientos y revoluciones, con su lucha entre viejas y nuevas ideas, simplemente deja de ser aplicable y se sustituye de forma natural por otro paradigma: la evolución social en una sociedad emergente.
(Read the English translation: Social evolution in an emergent society)

La corporatocracia

En este espacio hemos mencionado varias veces el término "corporatocracia", y una vez incluso lo definimos y desechamos de un plumazo, pero nunca nos hemos parado a analizarlo con exactitud, a desentrañar su pasado, ni a ver los resultados de ésta unida a la oclocracia en la que vivimos, con la muchedumbre llevada por la marea ignorante de la realidad de su propio sistema político, económico y social. Entonces, ¿qué es la corporatocracia?

En cierto sentido, la corporatocracia puede ser una forma de gobierno en la que las corporaciones, conglomerados y/o entidades gubernamentales con componentes privados controlan la dirección y gobernanza de un país. Aunque es cierto que a día de hoy no existe ninguna "corporatocracia reconocida", esto no debería indicarnos demasiado: sólo tendréis que echar un vistazo a la cantidad de países que se consideran a sí mismos democráticos. Sí, claro que sí.

El mayor problema a la hora de definir la corporatocracia y ubicarla con exactitud es que en el sentido más habitual se trata de una clase social y, al contrario que la nobleza feudal, la corporatocracia no es un grupo público ni reconocido como gobernante: se trata de una clase, casi una tendencia, en este caso formada por un colegio de corporaciones con su gran poder económico en común. Si bien existen agrupaciones de empresas hermanas, en esencia no es un grupo unido; a nivel mundial, se trata de varias empresas con fines similares unidas por innumerables tratos, reformas y las mismas leyes del juego. En otras palabras, no nos encontramos en una lucha contra una organización malvada sino en una lucha de clases contra la desigualdad.

Al ser así, sería extremadamente difícil, por no decir ilusorio, deshacerse de ellos en este sistema. Aunque se consiguiera tras un largo y costoso proceso de depuración económica y política a través de activismo sociopolítico y legislaciones más honestas, tarde o temprano los gobiernos volverían a necesitar sus tejemanejes económicos "tras las cámaras" mientras ellos sonríen ante ellas como si no pasara nada. Es una clase integra del sistema: basándonos en el producto interior bruto, 51 de las 100 mayores economías del mundo son corporaciones, y de estas, 47 son estadounidenses. ¿Cómo vamos a deshacer un sistema en el que empresas como Walmart y Exxon son más poderosas económicamente que países como Polonia, Finlandia y Arabia Saudita? Sería prácticamente imposible quitarlos de en medio sin destruir el sistema socioeconómico impuesto a lo largo del último siglo. Por otro lado, visto lo visto y lo que está por venir, no parece necesario echar leña a un fuego ya tan vivo.


Hay que comprender un punto muy importante: la corporatocracia no es una "teoría de la conspiración". Sus integrantes no solo no tienen por qué reunirse en mesas redondas y tramar en secreto, sino que no lo hacen; como ya se ha dicho, son una clase que, a través de su poder económico y del poder político que ganen haciendo lobby, se limita a seguir la regla central del sistema: maximizar el beneficio monetario sin importar las consecuencias sociales o medioambientales.

¿Qué consecuencias? Aunque existen efectos perjudiciales obvios e íntegros en esta clase de economía, probablemente haya que esclarecer ciertas situaciones que los medios y nosotros mismos solemos tergiversar para no sentirnos incómodos y avergonzados de nuestros presuntos representantes en el mundo: primordialmente, el uso corporativo de la guerra, con Iraq como ejemplo reciente, y las acciones de las instituciones bancarias y corporativas en países en vías de desarrollo, que fundamentalmente resultan en una servidumbre por contrato (esclavitud salarial) a nivel nacional. Este último punto nos debería importar bastante, ya que mientras hasta ahora le ha tocado a América del Sur, ahora nosotros también estamos en el punto de mira debido a esta crisis, junto con Grecia y otros tantos desafortunados en peligro de convertirse en basureros para Europa.

No es un secreto que la guerra se usa a menudo como instrumento para mover la economía. Sólo imaginad lo que se cuece a lo largo de todo el proceso: se envían tropas al país objetivo con el presunto fin de "libertarlo" de las garras del malvado dictador de turno. Por ejemplo, el caso de Iraq con Saddam Hussein. Sí, el mismo Saddam Hussein reconocido como líder legitimo y aliado por los Estados Unidos. En cualquier caso, en cuanto tienen una excusa (sí que había una razón legitima para una intervención humanitaria) invaden el país, y además de las ventajas estratégicas que aquello pueda proporcionar, gastan el stock de armas y así mueven la industria armamentística, todo ello gracias a la necesidad del consumo cíclico en este sistema. Una vez asentados, adquieren los recursos; en el caso de Iraq, sobre todo roban su preciado petróleo, ya que Saddam había empezado a cortar lazos con EEUU, su primo Zumosol. No iban a permitirlo, por supuesto. Y comenzó el horror de la guerra.
Aunque la huella militar no suele quedar marcada para siempre, se toma un poder económico y político permanente sobre el país, controlando así futuras sustracciones de los ya mencionados recursos, y asegurando la venta de armas -entre otras cosas- al nuevo gobierno, para que luche sus guerras o les ayuden en sus sucesivos "conflictos bélicos por la libertad". Una vez la guerra ha terminado, las empresas del país invasor se asientan en el país invadido; como en el caso de Halliburton, la gran corporación de servicios en yacimientos petrolíferos que "reconstruye" Iraq con financiación del gobierno. Dick Cheney fue presidente de la empresa hasta que tomó el cargo de vicepresidente como mano derecha de George W. Bush, cuyo negocio familiar es precisamente el petróleo. Finalmente, se movilizan varios sectores de la economía en la nueva nación democrática, de mano de hombres de negocios y políticos. Y ese es el propósito corporativo de la guerra: movilizar la industria armamentística y energética. No se trata de libertar ni democratizar, y por supuesto tampoco de encontrar armas de destrucción masiva.

Luego está el método invisible de acabar con la autosuficiencia de una región, que no requiere de batallas sino de tratos económicos, como las infames condicionalidades y políticas de ajuste estructural con las que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial endeudan a los países: devalúan la moneda local, empobreciendo así al país en asuntos internacionales; recortan fondos para programas sociales, particularmente en la educación y la salud; privatizan las empresas estatales, dejando sistemas sociales vitales en manos de corporaciones extranjeras; y liberalizan el mercado, arruinando la economía local con la llegada de la producción en masa extranjera. ¿Cuál es la consecuencia de todas estas medidas? Puede que os hayáis percatado de la consecuencia lógica de todo ello: la apertura a las empresas con las que trata el FMI y el Banco Mundial lleva a la riqueza del país, pero al empobrecimiento de los que lo constituyen, el pueblo. Nunca varía: en cada uno de los casos, aunque el producto interior bruto del país se eleve, también lo hace la pobreza, lo que por supuesto nos lleva a desechar el PIB como medida de riqueza real.

FMI + Banco Mundial = Cientos de ricos, miles de millones de pobres

¿Ejemplos de ello? La mencionada privatización, en el caso de Bolivia en 1999 con el Banco Mundial, les llevó a tener que vender uno de sus mayores sistemas fluviales a una subsidiaria de la corporación estadounidense "Bechtel". Pronto, los residentes locales, pobres de antemano, tuvieron que pagar facturas desorbitadas. Luego está la liberalización del mercado, como ocurrió con Jamaica, que aceptó prestamos y condicionalidades del Banco Mundial, y con la subsiguiente apertura económica perdió sus mayores mercados de cultivo locales debido a la incapacidad de competir con las importaciones, dejando desempleados hasta el día de hoy a innumerables granjeros. Además, con todo ello, en estos países también aparecen las conocidas fábricas de explotación, que son el modelo actual de la servidumbre por contrato, la nueva esclavitud, y también ocurren allí los mayores crímenes medioambientales por parte de empresas que, debido a su posición privilegiada, no requieren de regulaciones.

¿Y cuando la corporatocracia obra de la misma forma a nivel nacional? Pocos llegan a ver la corrupción inherente del sistema, aumentada por los métodos modernos de la corporatocracia, en casos similares a lo ocurrido en Jamaica pero en el país propio: el monopolio de empresas como Walmart, que obligan a negocios pequeños a cerrar ya que no pueden competir con sus precios, es una forma más sutil de la misma corrupción.

El capitalismo es el que para sobrevivir necesita y por tanto protege a la corporatocracia desde su mismísima base. Por supuesto, me refiero al sistema actual, no a otros estados "democráticos" de la historia, ni tan siquiera a los primeros liberalismos: particularmente en el último siglo, la corporatocracia ha ido amasando más y más poder a través de reformas monetarias, con la creación de instituciones como la Reserva Federal estadounidense (punto de referencia para el resto del mundo desarrollado), el FMI y el Banco Mundial. Sí, el mismo Banco Mundial que según su eslogan "trabaja por un mundo sin pobreza" y en cambio no deja de endeudar países en vías de desarrollo, aumentando así la pobreza en la mayoría de la población pero, por supuesto, enriqueciendo más a los que ya eran ricos. Mientras que el PIB internacional se incrementó en un 40% entre 1970 y 1985, aquellos que viven en pobreza aumentaron en un 17%, y de 1995 al 2000, en sólo cinco años, aquellos que viven con menos de 1$ al día incrementaron en un 18%. ¿Qué conclusión podemos sacar? Las acciones a nivel nacional e internacional de los nuevos modelos de prestamos que se llevan a cabo elevan el poder económico del país, pero incrementan sobremanera la desigualdad de riqueza y la explotación. Los ricos se hacen más ricos al anteponer la ganancia monetaria al bienestar de la gente, y hacen así que los pobres sean más pobres.

Debido a la aceptación social del ánimo de lucro como único incentivo, las empresas suelen ser abiertas respecto a sus acciones, aunque a veces se descubran operaciones encubiertas por su excesiva ilegalidad. Ya que las corporaciones no son tan públicas como los gobiernos y en el extranjero suele haber menos regulaciones (razón de la esclavitud salarial), tienden a salirse con la suya en asuntos turbios, y aún cuando les pillan in fraganti, no suele haber demasiadas repercusiones mediáticas ni tampoco penales. Por supuesto, eso no exime a la inmensa mayoría de hipótesis conspirativas, que no se ha ganado ni por asomo el título de 'teorías' y no son más que locuras construidas por rumores y medias verdades.

Volvamos a lo esencial. Antes ya hemos analizado las consecuencias de esta nueva clase dirigente para la sociedad y el mundo. Ahora bien, ¿qué podemos hacer al respecto? Por desgracia, ahora no demasiado, y sin duda nada que suponga la inmediata desaparición de la corporatocracia. En cambio, ya hemos empezado a ver su destrucción gradual por sus propios métodos a raíz de la crisis, y la trataremos más a fondo en un artículo acerca del colapso del sistema o evolución a algo más razonable que recibirá el nombre de "La evolución social en una sociedad emergente". Como se dirá, podríamos estar cerca de la desaparición de este modelo económico o de la corporatocracia como sistema gubernamental reconocido y no sólo de facto, que seguiría forzando su lugar en este mundo hasta, finalmente, caer de todas formas. Esa bifurcación de caminos que sería un buen momento para actuar.

Activismo callejero

El activismo callejero, la difusión de ideas en las calles y las protestas han crecido exponencialmente desde el comienzo de la crisis económica y otros momentos turbulentos que nos han tocado. Y de vez en cuando, dichas demostraciones de inconformidad son también demostraciones de la grandeza del ingenio humano. A veces transmiten un mensaje conciso, como el fraude hipotecario, y otras veces se trata de un mensaje simple pero importante, o quizás por pura diversión. Sea cual sea el caso, he aquí algunas:




El contrato - Sumision voluntaria... ¿Aceptas?

Al no hacer nada, todos firmamos implícitamente un contrato.


1) Acepto la competición como base de nuestro sistema, aunque sea consciente de que engendra frustracion y cólera a la inmensa mayoría de los perdedores.

2) Acepto que me humillen o me exploten a condición de que se me permita humillar o explotar al que ocupe un lugar inferior en la pirámide social.

3) Acepto la exclusión social de los marginados, de los inadaptados y de los débiles porque considero que la carga que puede asumir la sociedad tiene sus límites.

4) Acepto remunerar a los bancos para que inviertan mi sueldo a su conveniencia y que no me den ningún dividendo de sus gigantescas ganancias, que servirán para desvalijar países pobres, hecho que acepto implícitamente. Acepto también que me descuenten una fuerte comisión por prestarme dinero, dinero que proviene exclusivamente de los otros clientes.

5) Acepto que congelemos o tiremos toneladas de comida para que la Bolsa no se derrumbe, en vez de ofrecérsela a los necesitados y hacer que cientos de miles de personas no mueran de hambre cada año.

6) Acepto que sea ilegal poner fin a tu propia vida rápidamente. Para compensar, tolero que se haga lentamente, inhalando o ingiriendo sustancias tóxicas autorizadas por los gobiernos.

7) Acepto que se haga la guerra para así hacer reinar la paz. Acepto que en nombre de la paz, el primer gasto de los Estados sea el de Defensa. Acepto pues que los conflictos sean creados artificialmente para deshacerse del stock de armas y alimentar así la economía mundial.

8) Acepto la hegemonía del petróleo en nuestra economía, aunque sea una energía muy costosa y contaminante, y estoy de acuerdo en impedir todo intento de sustitución si se desvelara que hemos descubierto un medio gratuíto e ilimitado de producir energía, lo cual sería nuestra perdición.

9) Acepto que se condene el asesinato de otro humano, salvo que los gobiernos decreten que es un enemigo y me animen a matarlo.

10) Acepto que se divida la opinión pública creando partidos de derecha y de izquierda, que se dedicarán a pelearse entre sí haciéndome creer que el sistema avanza. Además acepto toda clase de división posible con tal que me permitan dirigir mi cólera hacia los enemigos designados cuando se agiten sus retratos ante mis ojos.

11) Acepto que el poder de moldear la opinión pública, antes ostentado por las religiones, esté hoy en manos de hombres de negocios no elegidos democráticamente que son totalmente libres de controlar los Estados, porque estoy convencido del buen uso que harán con él.

12) Acepto que la felicidad se reduce a la comodidad, al amor al sexo, y la libertad para satisfacer todos los deseos, porque es lo que me repite la publicidad cada día. Cuanto más infeliz soy más consumiré. Cumpliré mi papel contribuyendo al buen funcionamiento de nuestra economía.

13) Acepto que el valor de una persona se mida según su cuenta bancaria, que se aprecie su utilidad en función de su productividad y no de sus cualidades, y que sea excluído del sistema si ya no es suficientemente productivo.

14) Acepto que se recompense generosamente a jugadores de fútbol y a actores, y mucho menos a profesores y médicos encargados de la educación y de la salud de las futuras generaciones.

15) Acepto que se destierre de la sociedad a las personas mayores cuya experiencia podría sernos útil, pues, como somos la civilización más evolucionada del planeta (y sin duda del universo), sabemos que la experiencia ni se comparte ni se transmite.

16) Acepto que se me presenten noticias negativas y aterradoras del mundo todos los días, para que aprecie hasta qué punto nuestra situación es normal y cuánta suerte tengo de vivir en Occidente. Sé que mantener el miedo en mi espíritu sólo puede ser beneficioso para mí.

17) Acepto que los industriales, militares y políticos celebren reuniones regularmente para, sin consultarnos, tomar decisiones que comprometen el porvenir de la vida y del planeta.

18) Acepto consumir carne bovina tratada con hormonas sin que se me avise explícitamente. Acepto que el cultivo de OGMs se propague por todo el mundo, permitiendo así a las multinacionales agro-alimentarias patentar seres vivos, amasar enormes ganancias, y tener bajo su yugo a la agricultura mundial.

19) Acepto que los bancos internacionales presten dinero a los países que quieren armarse y combatir, y que así elijan los que harán la guerra y los que no. Soy consciente de que es mejor financiar a los dos bandos para estar seguros de ganar dinero y prolongar los conflictos el mayor tiempo posible para poder arrebatar por completo sus recursos si no pueden reembolsar sus préstamos.

20) Acepto que las multinacionales se abstengan de aplicar los progresos sociales de Occidente en los países desfavorecidos, considerando que ya es una suerte para ellos que los hagan trabajar. Prefiero que se utilicen las leyes vigentes en estos países que permiten hacer trabajar a niños en condiciones inhumanas y precarias. En nombre de los derechos humanos y del cuidadano, no tenemos derecho a la injerencia.

21) Acepto que los políticos puedan ser de honestidad dudosa y tal vez incluso corruptos. Además, creo que es normal en vista de la presión que sufren. Para la mayoría, en cambio, conviene la Tolerancia Cero.

22) Acepto que los laboratorios farmacéuticos e industrias agro-alimentarias vendan en los países desfavorecidos productos caducados o utilicen substancias cancerígenas prohibidas en Occidente.

23) Acepto que el resto del planeta (es decir, cuatro mil milliones de individuos) pueda pensar de otro modo a condición de que no vengan a expresar sus creencias en nuestra casa, y todavía menos a intentar explicar nuestra Historia con sus nociones filosóficas primitivas.

24) Acepto que existen sólo dos posibilidades en la naturaleza, a saber: cazar o ser cazado, y si estamos dotados de conciencia y lenguaje, ciertamente no es para escapar de esa dualidad, sino para justificar por qué actuamos de ese modo.

25) Acepto considerar nuestro pasado como una como una continuación ininterrumpida de conflictos, de conspiraciones políticas y de voluntades hegemónicas, pero sé que hoy todo esto ya no existe porque estamos en el súmmum de nuestra evolución, y que las reglas que rigen nuestro mundo son la búsqueda de la felicidad y de la libertad para todos los pueblos, como lo oímos sin cesar en nuestros discursos políticos.

26) Acepto sin discutir y considero como verdad todas las teorías propuestas para la explicación de los misterios de nuestros orígenes. Y acepto que la naturaleza haya dedicado millones de años para crear a un ser humano cuyo único pasatiempo es la destrucción de su propia especie en unos instantes.

27) Acepto la búsqueda del beneficio como fin supremo de la Humanidad y la acumulación de riqueza como realización de la vida humana.

28) Acepto la destrucción de los bosques, la casi desaparición de los peces en los ríos y océanos. Acepto el aumento de la contaminación industrial y la dispersión de venenos químicos y de elementos radiactivos en la naturaleza. Acepto la utilizacion de toda clase de aditivos químicos en mi alimentación, porque estoy convencido de que si se añaden es porque son útiles e inocuos.

29) Acepto la guerra económica que castiga brutalmente al planeta, aunque sienta que nos lleva hacia una catástrofe sin precedentes.

30) Acepto esta situación, y supongo que no puedo hacer nada para cambiarla o mejorarla.

31) Acepto ser tratado como ganado porque definitivamente pienso que no valgo más.

32) Acepto no plantear ninguna cuestión, cerrar los ojos a todo esto y no formular ninguna oposición verdadera, porque estoy demasiado ocupado con mi vida y mis preocupaciones. Acepto incluso defender a muerte este contrato si me lo piden.

33) Acepto pues, con toda mi alma y conciencia y definitivamente, esta triste matriz que ponen delante de mis ojos para evitar que vea la realidad de las cosas. Sé que todos ustedes actúan por mi bien, y por el de todos, y por ello les doy las gracias.

Bajo las cámaras

La libertad de los ciudadanos es un tema que hemos tocado aquí regularmente, pero no hemos hablado en absoluto acerca de la inutilidad de las cámaras de vigilancia, excepto quizás indirectamente. Aun así, hablaré de ello así, a través de las palabras de otro, con un artículo muy interesante que he encontrado gracias a Versvs, un espacio que podemos encontrar en nuestra lista de páginas de interés.
Casi 50 cámaras en el barrio de Lavapiés y otras 150 en el resto de Madrid. Barcelona acaba de instalar siete cámaras más en La Rambla, que se suman a las nueve en la zona del Raval y el barrio Gótico. Valencia cuenta con un sistema de webcams con el que se realiza un control estadístico de afluencia de público a playas y Sevilla tiene un sistema de cámaras en la zona centro que está pensando en ampliar. Pero, ¿nos inquietan a los españoles tantos ojos mirando nuestras vidas?

El último estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) confirma que no, que un 75% de los encuestados no ve mal la instalación de cámaras de seguridad, públicas o privadas. El argumento suele ser la mejora de la seguridad, como en el caso de la calle Montera de Madrid, donde, como comentan desde la Concejalía de Seguridad, la vigilancia ha ayudado a proteger a los turistas. Las cámaras se terminan poniendo, según las autoridades, "a petición de los ciudadanos".

Pero el crecimiento exponecial de la vigilancia ha llevado a algunos colectivos a organizarse contra la mirada indiscriminada y orwelliana de la administración. Un informe reciente de la Agencia de Protección de Datos advierte de que la instalación de dispositivos de vigilancia se duplicó en España de 2007 a 2008 y, a falta de datos definitivos, prevé un crecimiento mucho mayor en el año 2009.

"No es bueno que una sociedad democrática desarrolle tolerancia a la presencia de cámaras", aseguran desde el colectivo Zemos98, para quienes los datos de proliferación de cámaras es "alarmante". Esta asociación lleva años esgrimiendo argumentos teóricos y prácticos contra la videovigilancia con diferentes proyectos, como 'La calle es de todos' o 'Capsula Orwell'. Para ellos es evidente la erosión al derecho de la privacidad y por eso organizan acciones como la que han protagonizado recientemente contra las cámaras que vigilan el acceso a la almendra de Sevilla.

La doble función de las cámaras de tráfico

En el barrio madrileño de Lavapiés, un grupo de vecinos ha venido organizando protestas y diseñando carteles bajo el nombre 'Un barrio feliz', una clara referencia al título de Aldous Huxley. Otros colectivos, como Portuseguridad.org, denuncian un problema en el que muchos no habían reparado: las cámaras que vigilan el tráfico "se están utilizando para seguridad ciudadana, sin tener autorización para ello".

A parte de las cámaras de la DGT en carreteras o autopistas, se están instalando dentro de las ciudades cámaras en semáforos de cruces "conflictivos", también dependientes de ayuntamientos, las cuales nos son familiares de teleseries estadounidenses. En Madrid ya existen 15, con autonomía para multar. También las hay en León, Bilbao o Barcelona.

De alguna manera, argumentan desde estos colectivos, la videovigilancia está condicionando la vida pública. "A pesar de estar acordes con la legalidad vigente (Ley Orgánica 15/1999 del 13 de diciembre de protección de los datos de carácter personal LOPD), las cámaras no distinguen entre los que cometen delitos y los que no. Además, no es efectiva. Y sí existen estudios al respecto sobre su poca efectividad".
El artículo dice todo lo que yo podría decir y más (y mejor), así que hoy no me molestaré en dar mi opinión al respecto; sólo os enlazo al artículo, que de hecho ya tiene varios enlaces en sí. Disfrutad del viaje entre enlaces que os supondrá su lectura.

La crisis que cambiará el mundo

En el próximo video vienen explicadas las consecuencias de la crisis mundial de la boca de un ingeniero industrial y analista de mercados internacionales, Ignacio López.


Aunque el vídeo tiene su tiempo y hoy ya puede verse con algo más de claridad el camino que ha tomado y tomará la crisis, la gran mayoría sigue con las vendas en los ojos, ya sea debido a la clásica autosugestión del "Todo irá bien" o por la propagación política de ese mismo eslogan, tan falso como las clásicas soluciones propuestas también ahora por muchos y rebatidas por este hombre, o sea, la devaluación de la moneda, que según dice, "ya no tiene sentido en un mundo global". Me quedo con dos de sus proclamaciones y espero que también se queden grabadas a fuego en vuestras mentes:
"Si hacemos el análisis desde un punto de vista cualitativo, está claro que esto tenía que pasar. Es decir, no es sostenible ni justo que el 20% de la población mundial tenga más del 85% de la riqueza. Todo lo que no tiene sentido acabar por caer, acaba por explotar".

"Por las buenas o por las malas, estamos avocados a un cambio radical del sistema en el que vivimos. Y dado este proceso de cambio, estoy seguro de que lo que surgirá después de esto, a largo plazo, es un mundo sin duda mucho más justo, donde haya menos diferencias entre los ricos y los pobres; un mundo donde los valores de la felicidad, de las pequeñas cosas, sean las que primen nuestra vida; un mundo menos consumista, menos contaminante, más de acuerdo con la naturaleza... Aunque no sé cuánto tiempo tardaremos en llegar a este mundo, estoy convencido de que viene, y es el que nos toca construir a partir de estos momentos"
Por otro lado, existen otras versiones de la misma historia probablemente menos certeras pero más claras y sobre todo muchísimo más divertidas. Larga vida al sentido del humor, aunque sea respecto a temas "tremendamente serios", como los llama el tal Ignacio López.

La economía basada en recursos

La economía basada en recursos, también llamada economía post-escasez, economía de acceso u open source, es una propuesta osada. El mayor problema a la hora de definir el plantamiento de forma breve es que es más fácil decir lo que no es, las prácticas que rechaza. En cambio, una definición muy concisa sería esta: se trata de una puesta al día socioeconómica haciendo uso de la tecnología punta y los conocimientos contemporáneos por el bien de la humanidad. Se reconoce que la mayoría de los problemas sociales que nos atormentan hoy día y desde siempre son resultado directo o indirecto de la escasez (por verdadera limitación de recursos y por restricciones económicas) y ofrece como contra medida un cambio total desde la base misma de la estructura social: aunque el sistema monetario basado en la escasez, la competitividad y la mano de obra han servido su loable propósito, es evidente -por aspectos que comentaremos después- que sus días se acaban y que la sociedad ha de reestructurarse.

Debemos darnos cuenta de que vivimos en un mundo abierto, sin fronteras reales. Lo que hay son recursos y depósitos de energía por todas partes, todo ello dentro de un ecosistema que no podemos ignorar. Se necesita un sistema para cosechar y utilizar todo ello, teniéndolo bajo control de la forma más eficiente e inteligente posible, dejando de lado el sistema monetario y creando en cambio una economía basada directamente en los recursos. No deberíamos preguntarnos cuánto cuesta sino si tenemos los recursos.

Con ello, este sistema quiere dejar atrás las conductas competitivas perjudiciales que tenemos ahora y abordar el mundo desde un punto de vista basado en la información que podemos sacar de nuestro entorno de forma objetiva, haciendo uso de nuestros conocimientos tecnológicos para aprovechar los recursos de nuestro planeta; y para todo eso, se necesita un sistema específico. ¿Un gobierno, con la definición que tenemos del mismo a día de hoy? En absoluto. Esto ya lo expliqué brevemente en un artículo acerca del poder:
«Pero, ¿precisamos de un gobierno como lo entendemos hoy en día, de una cabeza controlando el sistema político establecido? No necesariamente: bastaría con un sistema económico (administración de bienes) informático supervisado por técnicos y científicos que simplemente se ocuparía de la gestión y organización de los recursos de la Tierra, de la construcción y de todos los demás fines meramente objetivos.

Al fin y al cabo, ¿qué más hay que decidir? ¿Gastos financieros, que es a lo que se reduce la política hoy en día, teniendo en cuenta que la guerra, las relaciones internacionales y la construcción de infraestructura pública también persiguen o se basan en fines económicos? En un mundo sin desigualdad social, en un mundo en el que el poder no recae sobre nadie, ¿para qué se necesita un sistema monetario?».
Estas ideas se materializan en la "economía basada en recursos", un diseño social puesto al día en lo que respecta a nuestros conocimientos: deja atrás todo el bagaje evolutivo de nuestra cultura y tradiciones y marca la línea en un "ahora, y hacia adelante". No se trata de una sociedad establecida sino emergente, dinámica, ya que ese es nuestro estado natural, y así es incluso hoy en día aunque el sistema de turno lo reprima.

Dicho de otra forma, el fin de la sociedad es seguir progresando. Nunca podremos llegar a la perfección, pero podemos tomar esa dirección en vez de crear una sociedad final de forma ficticia. Y es ficticia: los cambios ocurren lo queramos o no. A eso se le llama presiones biosociales: los grandes libertadores no lograron sus hazañas por si solos sino que las condiciones del momento lo permitieron; Abraham Lincoln no habría liberado a los esclavos en EE. UU. si las condiciones no hubieran pasado ya la necesidad de la esclavitud clásica.

En esta nueva economía todos los bienes y servicios están disponibles sin el uso de dinero, crédito, intercambio o cualquier otra forma de endeudamiento o servidumbre. El fin de este diseño social es liberar a la humanidad de las ocupaciones o profesiones repetitivas, mundanas y arbitrarias que no tienen relevancia real en lo que concierne al desarrollo social. También se alienta un nuevo sistema de incentivo que se centra en la educación, la conciencia social y la creatividad, en contraposición a los fines egoístas, superficiales y falsos de la adquisición de propiedades y poder que dominan hoy en día.

Al no haber comercio sino acceso, es obvio que la propiedad desaparecería, no porque un estado quiera controlar más su comercio, sino porque al no haber escasez la razón misma para la propiedad desaparece, y con ella la estratificación y la pobreza:
«Los cazadores tenían miles de fuentes salvajes de comida con la que subsistir. La agricultura lo cambió todo, creando una dependencia aplastante en unas pocas docenas de fuentes de comida... La agricultura permitió el almacenamiento de recursos excedentes y, por lo tanto, creó inevitablemente el almacenamiento desigual de los mismos, la estratificación de la sociedad y la invención de las clases. De ese modo permitió la invención de la pobreza» -Dr. Robert Sapolsky
La escasez de hoy en día se paliaría con sostenibilidad real. Al declarar a la Tierra y sus recursos patrimonio común de toda la humanidad no habría más invasiones territoriales, no necesitaríamos ejércitos y acabaríamos por no necesitar un cuerpo policial. Todo esto solo se necesita en una sociedad orientada hacia la escasez: hoy en día tenemos la tecnología, los recursos y el conocimiento suficiente como para resolver la mayoría de estos problemas. La idea de la sostenibilidad no debe tener más limite que el equilibrio entre nuestra supervivencia y la de nuestro ecosistema, al que podríamos denominar la cuarta familia de nuestro instinto de supervivencia: los tres primeros son nosotros mismos, nuestras familias y allegados, y finalmente la especie. El sistema ha de estar moldeado para permitirlo.

Cuanta menos capacidad de raciocinio tiene un animal, más se cierra sobre sí mismo para sobrevivir; no entiende la complejidad del entorno y por tanto su único medio para subsistir es sólo considerar vital su propia existencia. En cambio, muchos animales llegan a actuar a largo plazo instintivamente al proteger a la familia y a la especie. Sin duda, nosotros podemos darnos cuenta de que dependemos del ecosistema a largo plazo, sobre todo si lo explotamos así. Pero debemos proteger el entorno de verdad, sin barreras económicas.

Por ejemplo, pensad en el tremendo gasto de recursos que causa el comercio de importación y exportación: actualmente, importamos productos desde Sudamérica o Asia, y en materia de recursos el transporte lo hace mucho más "caro", aunque teniendo el sistema monetario como base sea más rentable (de forma ficticia, ya que nos pasará factura), por lo poco que pagan a los trabajadores en esos lugares, entre otros factores.

Tal gasto de recursos es absolutamente innecesario. El transporte de recursos a largas distancias debe reducirse al mínimo: hasta donde sea posible, las ciudades deberían funcionar como pequeños mundos auto suficientes, con lo que el transporte de recursos solo tendría cabida en casos realmente necesarios. No habría duplicidad innecesaria de productos, no habría obsolescencia planificada (ni percibida), y tampoco tendríamos la inmensa cantidad de desperdicios que vemos a día de hoy: sería un sistema realmente sostenible.

Aquí salen a relucir los dos únicos puntos que merecen la pena discutir. No me molestaré en responder a las acusaciones patéticas que etiquetan al modelo económico de comunismo, colectivismo, anarquismo o nuevo orden mundial (o anti-nuevo orden mundial, qué más dará). En todos estos sistemas económicos, políticos e ideológicos se emplea alguna clase de sistema monetario y su inherente sistema de valores competitivo, aunque sea en métodos primitivos de intercambio como en el anarquismo (que, por lo demás, tiene puntos en común con esta propuesta económica). En este nuevo sistema lo que habrá será acceso, con la única frontera natural: la capacidad portante de la Tierra y sus recursos.

Pero no es el dinero en sí con lo que la gente más razonable tiene un problema, sino con lo que llaman "naturaleza humana". Y he ahí el quid de la primera cuestión. Aunque muchos nos siguen hasta aquí, tarde o temprano suelen sacar la bandera de «Sí, una utopía muy bonita, pero el ser humano es corrupto por naturaleza, así que obviamente corrompería este sistema».. Aquí asoma su cola la supuesta guerra perpetua entre la naturaleza y la sociedad; lo innato y genético versus lo que aprendemos del entorno; lo que los angloparlantes llaman "nature vs nurture" o naturaleza vs formación. No existe tal cosa: lo que aprendemos y las disposiciones que dictan nuestros genes están estrechamente entrelazados; es evidente que los genes marcan nuestro desarrollo, pero también los afecta el entorno. No hay separación posible. Científicamente no hay guerra, no hay "versus": aquellos que lo afirman han adoptado un vocabulario científico y mantenido el antiguo dogma dualista de maldad y bondad natas.

Es muy cierto que la economía de acceso no funcionaría sin una "terapia social" previa. Al contrario de lo que muchos creen, no es imposible sobreponerse a las ideologías y dogmas tradicionales que la cultura establecida ha esculpido en piedra como finales. Me temo que los que piensan que el ser humano es de naturaleza completamente fija y rígida están muy equivocados: la conducta humana no es inmutable. Este punto es muy importante, ya que según dicho dogma, si el ser humano es inmutable, también lo es la estructura social y cultural.

Pero veamos, ¿qué es la cultura? Nada más y nada menos que un conjunto de actitudes, valores, fines y prácticas compartidas que caracterizan a un grupo. Nuestras distintas lenguas, estrategias sociales de supervivencia, percepción de la belleza, tradiciones que perpetuamos, mitos urbanos... todo ello da forma a nuestro pensamiento y personalidad, todo ello existe a raíz de la cultura y sociedad en la que nacemos. Y, si bien nunca hemos tenido abundancia y por ello nunca se ha hecho algo similar a lo aquí propuesto, todos esos aspectos de la cultura sí que han cambiado a lo largo de la historia.

Todo lo que pensamos y decimos se nos ha presentado primero de alguna forma, todo es una acumulación de experiencias. Eso sí, la ya indicada relación entre la naturaleza y la experiencia no significa que no estemos "cableados" de una forma específica: sí tenemos imperativos biológicos. Por mucho que intentes enseñar a hablar a un gato, este no lo conseguirá; igualmente, tenemos predisposiciones egocéntricas. La cuestión es como aprovecharse de ellas en verdadera igualdad social. Por desgracia, las predisposiciones biológicas se han malinterpretado como conductas genéticamente impuestas. Esa es la percepción de los medios respecto a la biología de conducta: encontrar el "gen criminal" y así justificar que podemos ser «malvados por naturaleza». Esto no es más que una forma extremadamente simplista de explicar el comportamiento humano, no muy diferente de la dualidad del del bien contra el mal que nos llega tradicionalmente de pensamientos supersticiosos primitivos. Así que en este caso, el gen ha sustituido al demonio que poseía a la persona haciéndola malvada y sin control sobre sus acciones.

En cambio, esto no es así. Los genes son en efecto imperativos en algunos casos, pero no causan conductas realmente. Como dijo el Dr. Robert Sapolsky:
«Los genes rara vez se tratan de inevitabilidad, especialmente en cuanto a los humanos, el cerebro o la conducta. Se tratan de vulnerabilidades, propensiones y tendencias».
Al final, la genética produce propensiones, pero es el entorno el que las dispara, sobre todo en el campo de la conducta. Que tengas el gen de la depresión no significa que vayas a deprimirte: debe haber un estrés en el entorno para que la predisposición a la enfermedad se dispare. No hace mucho que se ha desechado la idea de que la testosterona lleva a la violencia per se; son hechos relacionados entre sí, pero por mucha testosterona que tengas en el cuerpo, si nada te lleva a comportarte de forma violenta, la testosterona no se disparará.

De hecho, ocurre también que el entorno sobrescribe las predisposiciones que siempre se habían considerado elementos "de serie". En un estudio extirparon un gen clave para el sistema neurotransmisor de un ratón, centrándose en el aprendizaje y la memoria, dejándole así en un estado grave de retraso mental. En cambio, después de meterle en un entorno altamente estimulante, con el tiempo el ratón se sobrepuso a muchas de sus discapacidades de aprendizaje. Parece un ejemplo demasiado específico, pero esto significa que -siempre y cuando haya una base intacta sobre la que construirlos- un entorno adecuado es capaz de recuperar ciertos caminos neuronales.

Dicha explicación sirve para la conclusión: la experiencia dicta a las disposiciones naturales y si podemos cambiar también puede hacerlo la sociedad, con la "terapia social" apropiada. La excusa de la "naturaleza humana" no es válida porque los seres humanos no somos inherentemente avariciosos, competitivos o corruptos; simplemente, nuestro instinto de supervivencia nos puede llevar a hacer cualquier cosa si existe la necesidad, si hay escasez. En cambio, con abundancia, nada de eso existe, ya que las propensiones no se disparan.

Es difícil sobreponerse a estas tendencias sociales, pero si podemos incluso -con mucho tiempo y esfuerzo- modificar lo que consideramos innato, la educación adecuada puede ocuparse de enseñar estos nuevos valores e ideas sin demasiada dificultad. Basta con aprenderlos antes de que la degeneración del sistema actual nos afecte demasiado. Incluso entonces, es posible dar la vuelta al asunto; simplemente, es más difícil.

Tengamos en cuenta entonces que, con la desaparición de estas tendencias de conducta aberrante, es obvio que el sistema legislativo desaparecería debido a su inutilidad; una vez establecidas en la práctica las bases para este nuevo sistema, dejaría de haber leyes para ser sustituidas por un sistema de conducta no necesariamente estricto. Las leyes funcionan como parches y vendas imponiendo castigos por ciertas conductas, cuando lo lógico sería buscar la causa de dichas conductas y centrarse en arreglarlas. Las "leyes" estarían basadas en aspectos objetivos y mensurables. Por ejemplo, la sostenibilidad, la comprensión de la conducta humana y la relación natural recíproca entre todos los seres vivos y el entorno.

¿Las consecuencias de esta clase de educación? No solo desaparecería el sistema legislativo, sino con él -obviamente- el sistema jurídico y penitenciario. Aunque todo esto se puede dar por hecho en cierto modo, ya que hemos dejado claro que no habría gobierno alguno para poder controlar estas instituciones, muchos no atisban a comprender, por ejemplo, qué haríamos con los presos. Y el problema de esa pregunta es que se plantea desde un punto de referencia muy superficial: la pregunta no es «¿Qué haríamos con la población reclusa?» sino «¿Cómo podemos evitar que haya población reclusa?».

Pues bien, teniendo en cuenta que la gran mayoría de delitos e incluso crímenes los causa el dinero o las drogas, no es difícil de planteárselo. El resto se limitaría a individuos con problemas mentales, que ni siquiera deberían estar en una prisión sino en un centro de educación o tratamiento psiquiátrico. La aseveración de que la desigualdad económica causa la mayoría de crímenes recibe una sola réplica: ¿qué hay de la violencia por celos y otras emociones relacionadas con el ego?

Antes de nada dejemos claro que en EE. UU. alrededor del 90% de convictos y delincuentes lo son por razones directamente monetarias. De hecho, más de la mitad de los delincuentes lo son por narcóticos. No solo no son violentos; no es un acto criminal ni una ofensa ética: un adicto a la heroína no está robando ni matando a nadie aunque, como cualquier clase de adicto, podrá recurrir a la violencia si no puede conseguir su dosis, lo cual tiene más que ver con la ilegalidad de las drogas y la desigualdad económica que con el individuo.
«Cuando pregunto a los reclusos con los que trabajo por qué han asaltado a alguien, siempre me dicen lo mismo: "me faltó al respeto". [...] Aun no he visto ningún acto grave de violencia no provocado por la experiencia de sentirse avergonzado y humillado, faltado al respeto y ridiculizado, y que no representara un intento de prevenir o deshacer la pérdida de fe en sí mismo, sin importar el castigo, incluso si incluye la muerte. No podremos comprenderles si no nos damos cuenta de que realmente prefieren matar o herir (a otros o a sí mismos) que vivir sin orgullo, dignidad y amor propio. Literalmente, prefieren la muerte al deshonor» -James Gilligan
En otras palabras, existe una condición ambiental muy potente: nuestras nociones de humillación, respeto y ego están anticuadas y el sistema socioeconómico actual no está ayudando. Hará siglos que el intelecto humano pudo superar el dualismo: no se pueden ignorar las causas de la conducta criminal y presumir que son "malvados".

Antes he dicho que suelen salir a la luz dos formas de intentar rebatir estos argumentos una vez llegados a cierto punto, pero el segundo no es realmente una refutación, sino una duda, una pregunta que precisa de lo ya tratado para recibir una buena respuesta, la cual es, a su vez, vital para comprender al completo la economía post-escasez. La gran pregunta es: «¿Qué haré yo en esta sociedad?»

Para responder, profundizaré en el nuevo sistema de valores y prácticas adecuadas que he comentado anteriormente, y añadiré aún más peso a la gran duda del destino de las profesiones: la automatización. Aunque ya hemos comentado de pasada la importancia de la tecnología en el nuevo sistema, no está de más recalcar que la creciente automatización acabaría por hacerse cargo del primero, segundo y tercer sector de ocupación.

¿Suena utópico? La curva exponencial de este avance parece indicar que ocurrirá tarde o temprano: en los últimos cien años, el crecimiento de la producción en los dos primeros sectores ha ido creciendo a la par que la automatización se abría camino, mientras que el desempleo acrecentaba peligrosamente. A este concepto tan terrible para los economistas se le conoce como "desempleo tecnológico", y muy pronto nos llevará a un dilema irresoluble dentro del sistema actual: todos esos trabajadores han ido a parar al tercer sector, pero ahora que este empieza a automatizarse también, ¿a dónde irán a parar? A ninguna parte.

Hay quién dice que el tercer sector nunca desaparecerá del todo; y es cierto, no lo hará ni en este ni en ningún otro sistema, en cierto modo. No del todo. En cambio, muchos más trabajos de los que la mayoría cree podrían automatizarse hoy mismo; no digamos ya si se diera vía libre al progreso científico sin el obstáculo de la financiación de laboratorios. Las máquinas pueden ocupar la mayoría de nuestros trabajos de manera más rápida, eficiente y menos problemática, por no hablar de que una inmensidad de profesiones dejarían de tener sentido en un sistema no monetario. Empresarios, abogados, políticos y fuerzas militares y de seguridad acabarían desapareciendo por su redundancia.

Las secuelas del desempleo tecnológico serán catastróficas si no nos planteamos seriamente un cambio radical de sistema. Tenemos que entender que, según el pensamiento actual, en el ámbito socioeconómico los trabajadores son solo consumidores: si no pueden comprar, se vuelven figurantes inútiles en la cadena de consumición. Cuando se dice que «la oferta ha cubierto la demanda», la gran mayoría pobre del mundo no entra en la ecuación, ya que no tienen poder adquisitivo y por lo tanto no pueden «demandar» nada.

Pero, entonces, ¿por qué no evitan las empresas o los gobiernos que ocurra una catástrofe? Porque ellos piensan a corto plazo, y a corto plazo la automatización supone un crecimiento colosal de la producción y productividad: las maquinas no requieren tantos cuidados como los humanos, trabajan con más eficacia y su constancia de trabajo es virtualmente impecable; una ganga que no ignorarán (y no ignoran), y menos aún cuando no parecen tener que preocuparse demasiado por el desempleo tecnológico al tener en mano el tercer sector... hasta que sea demasiado tarde y el desempleo sea tan aplastante que, sin suficientes consumidores, la economía se derrumbe definitivamente.

Supongamos que ante el crash se propone este nuevo sistema de gestión (tanto social como individual) como una solución tangible, en vez de parchear el sistema como se ha venido haciendo en los últimos años. Antes planteaba vagamente la noción de que sin sistema monetario todas las ocupaciones que tenían que ver con el mismo desaparecerían, además de otros que no tendrían lugar en una sociedad más sana; y ahora añadimos el peso de la automatización y el desempleo tecnológico que causa. Así que volvamos a la gran pregunta: ¿qué haríamos en una sociedad sin -presuntamente- ocupaciones? ¿Cuál sería nuestra utilidad? ¿Como ocuparíamos nuestro tiempo?

Debemos tachar la noción tan mediatizada de que nuestro trabajo nos define, de que este nos proporciona una utilidad como seres vivos. No somos la figura material tras un puesto de trabajo. El sistema laboral actual se mantiene con la humillación y la sumisión, lo cual no solo daña la salud mental del trabajador sino que no impulsa la productividad y la eficacia en trabajos que requieran habilidades intelectuales y creativas.

Y no, tampoco nos define lo que compramos y consumimos. Esta parece una afirmación habitual, pero ni siquiera los que lo mantienen suelen darse cuenta de las ramificaciones del consumismo. En una economía basada en recursos no hay propiedad ya que el sistema se basa en el acceso: la duplicación de productos disminuye dramáticamente y, por tanto, el consumismo no tiene por qué impulsarse. Los automóviles se usarían al menos dos tercios menos debido a la proliferación del transporte público y compartido. El concepto del acceso es similar a cómo funcionan las bibliotecas: si necesitas algo, lo coges prestado. Y, dado que en este punto no hay escasez y se aplica un respeto social implícito, las bibliotecas no están desvalijadas. Ocurriría lo mismo con todo lo demás.

Dicho esto, es evidente que en una sociedad con un interés esclarecedor y creativo como base la gente se inclinaría por ocupar su tiempo en la investigación científica de cualquier campo y en cualquier forma de arte; dichas manifestaciones de la actividad humana tomarían un cauce mucho más desinteresado y creativo sin el incentivo económico de por medio. Además, de este modo nos libraríamos de las infinitas repeticiones y copias faltas de inspiración de tantísimas obras, de conocimientos científicos filtrados por ideas primitivas para el vulgo supersticioso (de nuevo, el «gen del mal» como causante absoluto), y muchas otras desfiguraciones que las artes y las ciencias padecen hoy día.

Respecto al mérito de la autoría tan romántico y dieciochesco que ha desencadenado en los derechos de autor debo decir que llegará un día en el que habremos renunciado a la propiedad como la entendemos actualmente y entenderemos que nuestras ideas no son del todo propias sino que son el producto de una acumulación de experiencias y aprendizaje. Como dijo Sir Isaac Newton (apropiadamente citando a otro individuo, Bernardo de Chartres), si pudo llegar tan lejos fue porque se había apoyado en los hombros de gigantes. De nuevo, no olvidemos que no estamos solos en este planeta: acapararte las ideas que se te han ocurrido no es muy diferente a embotellar y vender el aire que todos respiramos.

Pero estoy seguro de que habrá surgido aquí otra duda al hablar de artistas, técnicos, educadores y científicos que trabajan por el placer de trabajar; ni más ni menos, una pregunta que subyace del tema de las ocupaciones, conectada además a la convicción errónea de la naturaleza humana como factor absoluto: el incentivo. En efecto, muchos habrán sacado de nuevo el cartel de "PELIGRO: ¡Utopía en camino!", y teniendo en cuenta la gran contaminación de esta noción por el punto de vista mediatizado, no les culpo. Hay que comprender un punto muy importante: sí, los sistemas económicos tales como el capitalismo mantienen que para el progreso de una sociedad sana ha de haber un gran incentivo: el ánimo de lucro. Si esto fuera cierto, y como ya dijo Churchill acerca de la democracia, el capitalismo sería «el peor sistema, a excepción de todos los demás».

Es una suerte entonces que eso no sea cierto: el ánimo de lucro no es el único y ni por asomo el mejor incentivo. Al fin y al cabo, los mayores descubrimientos de la ciencia no se han hecho por el afán de enriquecerse, sino por la curiosidad natural del ser humano, esa característica que todos compartimos al nacer y que esta sociedad tiende a aplastar y despilfarrar en la mayoría de nosotros, convirtiéndonos en parte de la masa que se deja llevar por la corriente. No es culpa de ningún individuo; el sistema de valores actual nos fuerza a querer dinero porque lo necesitamos para vivir, así que nos aprovechamos de ello como podemos.

En cambio, si desde la misma base del sistema social se alentara -como ya hemos dicho- al espíritu creativo y de investigación, estaríamos rodeados de incontables Leonardo da Vincis, al menos en intención y esfuerzo. De todas formas, aunque ciertamente hay quien nace con más facilidad para aprender y ejercitar ciertos aspectos de la inteligencia, la gran mayoría tenemos básicamente la misma capacidad nata; luego están los pocos que se encuentran por debajo o encima de la media. Pero son muy pocos. A la curiosidad, ese incentivo inherente del ser humano (recordemos que el ánimo de lucro no es un deseo nato sino el subproducto de una necesidad primitiva), lo acompaña esa otra característica que todos compartimos: el instinto de supervivencia. Se trata del único instinto absoluto del que subyacen muchas otras propensiones sociales. Podría decirse que el afán por sobrevivir (primero uno mismo, luego los más allegados) es el único "egocentrismo nato" y no social.

Esa conciencia del «yo» es lo que algunos entienden al leer respecto a este modelo; y otros entienden justamente lo contrario, que se trata de un intento de "mente colmena", por así decirlo. La verdad es que ambos conceptos son inseparables, y por eso mismo suponen un gran incentivo a la hora de llevar a cabo una economía basada en recursos: lo que tú crees o descubras como individuo, ya sea una obra de arte o un avance científico, te satisfará a ti como individuo, pero la apreciación que tendrás por la sociedad en tal sistema (la relevancia social) te llevará a querer compartir tu idea con los demás; si creas algo que mejora tu vida en algún aspecto, lo compartirás, pero no por una "bondad" mágica sin causa, sino porque te interesa para sobrevivir como individuo, como miembro de tu entorno próximo y especie, y también como ser vivo que afecta al entorno que te rodea. En otras palabras: tu egocentrismo nato se extiende cuando el razonamiento te lleva a concluir que, de una forma u otra, en tu ego no solo estás incluido como individuo sino también los demás y el entorno, de los que dependes para tu supervivencia personal, tanto a corto como a largo plazo.

Si conseguimos actuar como un solo organismo en sociedad sin perder nuestro individualismo a nivel personal conseguiremos que el sistema de valores recíprocos e igualitarios propuesto florezca; no se trata de un sueño imposible, sino de un sistema tangible, organizado de tal manera que se tienen en cuenta nuestros conocimientos contemporáneos y con el firme fin de seguir progresando. Recalco que no se trata de una utopía, ya que ni por asomo es un sistema perfecto y sin duda aparecerían nuevos problemas; lo que ocurre es que, simplemente, este sistema es más efectivo y muchísimo menos neurótico.

En el futuro encontraréis en "Artículos destacados" aclaraciones de varios conceptos económicos, técnicos y sociales: lo aquí expuesto es la versión condensada de la perspectiva socioeconómica plasmada por todo "Ciudadanos del Mundo".

El poder

El poder. Muchos tienen ansias de poseerlo aunque pocos lo consiguen, y la mayoría teme a los que sí que cumplen su objetivo. En mi caso, lo primero en lo que pienso al oír hablar del poder es en el peligro que este supone, sobre todo a nivel gubernamental y económico. El poder político y financiero. No hay duda de que tratamos un tema delicado, así que hagamos la gran pregunta de una vez por todas: ¿a quién debería pertenecer el poder?

Empecemos por lo fácil y más cercano: ¿a las empresas? Así dicta la corporatocracia o la mismísima democracia representativa que tenemos cuando el gobierno se encuentra en su estado menos socialista y se inclina más por la privatización. Si bien suele tratarse de la soberanía más productiva económicamente a corto plazo para la nación en cuestión de PIB, los resultados para el pueblo en sí son devastadores. Entre los muchos estragos que ha causado el nacionalismo, el más aberrante es poner el término "pueblo" como sinónimo de "estado". Teniendo en cuenta que la corporatocracia deja de lado al pueblo, el pueblo no necesita más para dejar de lado a la corporatocracia. Así que, ¿cuál es el próximo paso lógico? ¿Qué es lo primero que podría venirnos a la mente con la 'unión del pueblo'?


Efectivamente: el comunismo. En otras palabras, significaría dar todo el poder al estado. Pero como ya puntualizamos al hablar de la diferencia entre propiedad privada y pública, el gobierno de una corporación y el de muchas es similar; de hecho, el gobierno de una sola es mucho más peligroso, ya que no encontrará oposición alguna: si el sistema de hoy nos beneficia en algo es en que las corporaciones compiten entre sí y el ánimo de lucro es el fin en lugar del control del pueblo. Con el comunismo tiende a ocurrir lo contrario, como ya hemos visto en la práctica. Desgraciadamente, nada indica que este sistema pueda tomar un rumbo distinto -al menos no sin una profunda reforma educativa previa.

Entonces, ¿el problema está en la ignorancia que lleva a las ansias de poder y control, que a su vez se manifiestan en injusticia? Entonces, ¿se solucionaría ese punto cediendo el poder a los más sabios, que según la aristocracia que proponen Platón y compañía son "los mejores"? Con los filósofos y científicos ocupando los cargos públicos, se gobernaría con sabiduría. Hoy día, esta idea general se refleja en el movimiento tecnócrata. Es indudable que así se resolverían muchos conflictos del sistema político y social, pero todos estos pensadores olvidaron la lucha de clases inevitable en una sociedad desigual.

Por tanto, podemos concluir que en este caso la traba reside en la desigualdad social, ¿verdad? ¿Y si el poder político recae realmente en el pueblo, como ocurriría en una democracia directa? Desaparecería la desigualdad a nivel político, efectivamente, pero volveríamos al problema de la ignorancia: en el caso de que el pueblo sea por lo general estúpido, lo serán también sus decisiones. No debemos olvidarnos de la reforma educativa.



¿Cómo podemos deshacernos de la ignorancia sin dejar atrás la igualdad? Si adoptamos una sola de las clases sociales que propone Platón, las clases desaparecerían. Sin lugar a dudas, en una sociedad en la que todos fueran gobernantes sabios (filósofos, científicos, técnicos y educadores) no nos encontraríamos los dos grandes conflictos que hemos comentado, aunque por supuesto tampoco se trataría de una utopía: aparecerían nuevos problemas. La sociedad no sería perfecta; simplemente, sería mucho mejor de lo que tenemos ahora.

¿Pero qué significa que todos sean gobernantes? ¿No significa eso que cada uno se gobierna a sí mismo? ¿Y acaso no podríamos definir así a la anarquía? Que todos tengan el poder significa que ninguno tiene el poder más que sobre sí mismos: no hay dirigentes, o sea, es una anarquía. En definitiva: no hay poder. ¿Por qué? Ya lo dijo John Acton:

"El poder tiende a corromper.
El poder absoluto corrompe absolutamente"


El primer paso es la comunicación y la educación, y cuando el ser humano pueda considerarse sabio en conjunto e individualmente estará preparado para dar el gran paso a un sistema sin control estatal. De todos modos, ¿funcionaría un mundo en la anarquía tradicional? Todo depende de cómo queramos vivir. Aunque podría funcionar en pequeñas comunidades tradicionales sin una gran difusión de nuevas tecnologías, la anarquía no se empareja fácilmente con una visión más global de la sociedad y con el uso diario de tecnología punta, ya que para ambas cosas se necesita algún tipo de sistema de gestión estable.

Pero, ¿precisamos de un gobierno como lo entendemos hoy en día, de una cabeza controlando el sistema político establecido? No necesariamente: bastaría con un sistema económico (administración de bienes) informático mantenido por técnicos y científicos que simplemente se ocuparía de la gestión y organización de los recursos de la Tierra, de la construcción y de todos los demás fines meramente objetivos.

Al fin y al cabo, ¿qué más hay que decidir? ¿Gastos financieros, que es a lo que se reduce la política hoy en día, teniendo en cuenta que la guerra, las relaciones internacionales y la construcción de infraestructura pública también persiguen o se basan en fines económicos? En un mundo sin desigualdad social, en un mundo en el que el poder no recae sobre nadie, ¿para qué se necesita un sistema monetario? Nos iría perfectamente con una economía que se basara únicamente en los recursos y no en el comercio monetario. No se trata de tener los fondos necesarios sino de tener los recursos. Y sí, la Tierra los tiene.

Las cuestiones subjetivas son irrelevantes a nivel mundial. Hoy en día se habla muchísimo de nuestro derecho de decisión. En cambio, en un sistema democrático representativo y capitalista, ¿qué decidimos nosotros? Y vayamos más allá: ¿qué es realmente lo que el gobierno decide por nosotros? El fin del sistema es preservarse a sí mismo cueste lo que cueste: el único cambio que ocurre cuando un gobierno sustituye a otro es la fachada. En definitiva, no es más que una lucha de poder sobre un mismo organismo imperturbable, y aunque algún político quisiera hacerlo de buena fe para con el pueblo, no podría cambiar nada que desafiara las bases del sistema.

Al final, el hecho es que el poder político desde un punto de vista subjetivo (y de alguna forma u otra, los humanos siempre lo somos) es una amenaza. En otras palabras, el poder es peligroso en sí mismo, así que lo mejor es anular su importancia haciendo que nadie lo posea.

Si no se recompensa el poder, no hay poder.