El sentido de la vida

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuál es el propósito de los seres humanos? ¿Por qué estamos aquí? Todas ellas son preguntas que la humanidad se ha hecho constantemente a lo largo de la historia. Siempre hemos intentado encontrar un significado a algo aparentemente tan aleatorio. No es casualidad que hayan surgido cientos de filosofías y religiones distintas que converjan en un punto en particular: buscar la respuesta al porqué de nuestra existencia o, en los casos más arrogantes, afirmar que ya la tenemos.

Ciertamente, el fin de este ensayo es demostrar un por qué, pero no en cuanto al sentido de nuestra existencia sino en cuento a nuestra creencia de que tal cosa pueda existir. Esta es la hipótesis con la que quiero comenzar: la vida no tiene ningún sentido intrínseco. A la mayoría, tal afirmación le parecerá nihilista o incluso completamente fatalista. Por ello, debo demostrar también que no lo es; de hecho, al contrario.

Para comprender dicho planteamiento debemos tener en cuenta cierto trasfondo acerca de nuestra naturaleza. Por lo visto, somos creacionistas y dualistas natos; estamos psicológicamente preparados para aceptar la 'agentización' (la invención de un ser consciente que hace o causa) de todo tan propia de la religión. Un psicólogo llamado Paul Bloom llegó a la conclusión de que la religión es un subproducto de una tendencia innata: los niños nacen preparados para adoptar una teoría de la mente dualista, la idea de que existe una distinción fundamental entre la materia y la mente. Debido a que los dualistas creen que la mente es una especie de espíritu incorpóreo, personifican objetos físicos inanimados y por ello tienden a caer fácilmente en propuestas como que la enfermedad mental es en realidad una posesión demoníaca. Por suerte, es una tendencia que desaparece con los años de experimentación con el entorno a menos de que se enseñe dogmáticamente. Es fácil ser creacionista, mientras que no es tan fácil comprender la selección natural a primera vista; no tiene sentido intuitivo.

La psicóloga Deborah Keleman demostró en su estudio «¿Son los Niños Teístas Intuitivos? que los más jóvenes tienen una tendencia a darle un propósito a todo: las nubes son «para llover», las rocas puntiagudas son «para que los animales puedan rascarse cuando les pica». Este fenómeno se llama teleología, una predisposición innata que muchos nunca superan.

¿Qué tiene esto que ver con el sentido de la vida? Es una afirmación que engloba a toda la humanidad y, por tanto, su respuesta suele ser religiosa. La teleología y el dualismo innatos nos 'ayudan' a aceptar la religión con facilidad: nos preparan para creer en un alma que habita el cuerpo en vez de ser una parte integral del cuerpo y, de la misma forma, también nos puede llevar a creer en una deidad como espíritu puro independiente de la materia, no como una propiedad emergente de materia compleja. Como ejemplificó jocosamente Richard Dawkins en El Espejismo de Dios al tratar el tema: «Si todo tiene un propósito, ¿de quién es ese propósito? De Dios, por supuesto».

En definitiva, la mente simple de un niño y las de aquellos adultos que nunca superan tal dogma tienen la tendencia de 'agentivizar' objetos y procesos que en realidad no tienen conciencia alguna. Personificamos la naturaleza, lo cual es una cualidad poética inestimable pero no debe confundirse con la realidad.

Por desgracia, se confunde. Incluso profesores universitarios siguen usando un vocabulario esencialmente creacionista, atribuyendo sin darse cuenta intenciones donde ellos mismos saben que no las hay. Un gran ejemplo es la lucha del sistema inmune contra los patógenos. No es un proceso dirigido: llegó un punto en la evolución de las células del sistema inmune en el que una célula mutó aleatoriamente y adquirió la capacidad de sintetizar un anticuerpo inexistente hasta entonces que tuvo la suerte de poder hacer frente a una bacteria concreta. Ese anticuerpo no tenía como fín combatir a esa bacteria, sino que dio la casualidad de que la combatía.

Es decir, de manera aleatoria y por un "accidente" genético la célula fue capaz de combatir cierto tipo de patógeno y sobrevivir a él, y así conseguir reproducirse. En infecciones posteriores la célula con dicha capacidad reconocerá el patógeno y sintetizará el anticuerpo, no porque "sepa" que ese proceso es el idóneo, sino porque está determinada genéticamente a ello. Las células que tengan estas características genéticas sobrevivirán al patógeno y se reproducirán, con lo que su carga genética se expandirá, mientras que aquellas células que no puedan combatir al patógeno morirán y no dejarán descendencia. Esto es lo que todos conocemos como "selección natural". Es importante comprender que existen muchas mutaciones que llevan a una peor adaptación al ambiente, y es por ello que dicho organismo no sobrevive ni deja descendencia. Si la evolución fuera un proceso dirigido conscientemente, ningún organismo llevaría a cabo una mutación que fuera perjudicial para él. Sin embargo, sucede constantemente. No hay una intención ni un propósito detrás de estas mutaciones: son procesos azarosos beneficiosos, perjudiciales o neutros.

Lo curioso es que incluso individuos ilustrados siguen atribuyendo una conciencia donde no la hay y dicen cosas como "esta célula muta para poder sintetizar un anticuerpo que luche contra la bacteria" cuando lo que deberían decir es "una de las mutaciones accidentales de esta célula resulta en la síntesis de un anticuerpo que lucha contra la bacteria". No solo es un concepto menos intuitivo el carácter aleatorio del proceso sino que las palabras mismas no permiten la misma brevedad. Nuestra lengua no ha alcanzado a la ciencia moderna.

En esencia, es por esta forma inconsciente de pensar y expresarnos que una minoría de científicos puede llegar incluso a aceptar la premisa del punto de vista creacionista; es intuitivamente atractiva. No digamos ya lo que le puede parecer a alguien no instruido en el pensamiento crítico, el escepticismo, el método científico, la lógica y la selección natural.

Debemos aplicar la misma lógica a la hora de hablar de nuestra existencia. Pedir la razón de nuestra existencia o un propósito intrínseco simplemente no tiene sentido. Si bien rogar al cielo «¿Por qué estamos aquí?» supone una pregunta gramaticalmente correcta, en realidad está vacía de contenido:
«Lo que yo preguntaría acerca del "¿Por qué?" sería: ¿Por qué crees que tienes derecho a hacer esa pregunta? No es una inquisición significativa a menos de que especifiques la clase de respuesta que esperas. Por ejemplo, como un biólogo es muy fácil responder a "¿Por qué los pájaros tienen alas?" en términos darwinianos. [...]

Podemos explicar por qué existen las montañas en lo que se refiere a los procesos geológicos que las forman, pero eso no es lo que quieres. Quieres algo acerca de su propósito.
"¿Cuál es el propósito de una montaña?" es una pregunta tonta. El mero hecho de que puedas formularla correctamente no significa que merezca una respuesta. "¿Cuál es el color de la envidia?" es una pregunta gramaticalmente perfecta, pero no merece una respuesta».
Puntualizaría que no es tanto que no se merezca una respuesta como que no 'existe' una respuesta. No digo que sea una cuestión sin importancia o que nunca vayamos a saber la respuesta. Afirmo algo muy diferente: no existe una respuesta porque el planteamiento tiene un fallo lógico garrafal; la agentización de nuestra existencia, el atribuir al universo una conciencia creadora o causal.

Aunque haya quedado demostrado que no existe un paso lógico que nos pueda llevar a plantearnos el sentido intrínseco de la vida, muchos refutarán el argumento no por su contenido sino por sus consecuencias: es una afirmación propia del nihilismo y, aunque fuera cierta, sería mejor seguir creyendo lo contrario por aliviarnos y mitigar las penurias que supone en ocasiones la vida. Pero como he adelantado antes, se trata más bien de lo contrario.

De todas formas, antes de seguir por ese camino, dejémoslo claro: engañarnos nunca ha sido, es ni será la solución para ninguno de nuestros problemas. Por suerte, los humanos no nos guiamos solo por nuestros instintos y podemos plantearnos toda clase de cuestiones: Carl Sagan indicó que si fuera cierto que tenemos una predisposición genética a desconfiar de los extranjeros el mejor antídoto al racismo y a la xenofobia es tener ese conocimiento y aceptarlo; yo digo que al ser cierto que no existe un sentido universal de la vida el mejor antídoto al nihilismo es tener ese conocimiento y aceptarlo.

Pero no hará falta ir tan lejos en este caso. Os habréis fijado en que cada vez que hablaba del "sentido de la vida" lo puntualizaba con un adjetivo: intrínseco, universal. No, la raza humana no nace con un propósito vital inamovible ni existe una causa global de nuestra existencia. En su lugar, cada uno de nosotros puede encontrar su propia razón de ser.

¿Por qué estáis aquí? Todos y cada uno de vosotros podéis decidir en qué causa os zambulliréis, dentro de vuestras capacidades materiales. No necesitáis que el resto del mundo encuentre la misma razón que vosotros, comandada por un ser totalitario o una unidad espiritual. No sois ganado y no necesitáis imaginaros un pastor. La perdida de esa figura paternal no es una pena; los humanos estamos llegando al periodo de adultos independientes y ya era hora.

Al fin y al cabo, ¿qué puede ser más precioso que la aventura de ir en busca de una razón de ser? Encontrad vuestro propio sentido de la vida.

(Read the English translation: The Meaning of Life)

3 comentarios:

Theck dijo...

Tienes razón, esta semana será interesante xD

Yo hace tiempo que me di cuenta que estoy aquí para aprender, porque me gusta aprender, sin más, disfruto de ello.

Anónimo dijo...

Sorprendente, eso me parece el texto. Durante más de 20años he sido profesor de Hª de la Psicología, la única asignatura de la carrera que se acercaba a la reflexión filosófica que, en última instancia, es el fundamento imaginal sobre el que se se asienta cualquier teoría. Durante todo ese tiempo no he encontrado más de 2 o 3 alumnos que consiguiesen pensar. Se aburrían con una materia que no les decía qué tenían que hacer y cuando tenían que hacerlo y les parecía que era una pérdida de tiempo. La reflexión filosófica es algo que no está al alcance de la mayoría de la gente.
Respecto al contenido, es un buen comienzo. La capacidad de plantear los problemas profundos con un lenguaje bastante sencillo y asequible es una habilidad reservada a la gente que combina lucidez y habilidad comunicativa.
Como hizo Freud en su momento, reconoce que la función social de la religión es proporcionar un sentido al que no lo tiene y consolar al que sospecha que no lo hay. El recurso al diálogo con un biólogo (que además es su hermano) es brillante y da acceso a la creencia mayoritaria (la evolución) así como a los límites del lenguaje. El final es, probablemente, el punto al que se puede llegar por medio del lenguaje y los conceptos: hay una realidad absoluta que trasciende las necesidades de sentido de los seres humanos y una realidad relativa en la que los seres humanos necesitan impulsarse "en algún sentido". Eso es un gran respuesta. Aunque la mayoría dirá que no da una solución categórica debido al "scorzzo" final, eso es lo que a él le permite seguir pensando y escribiendo, su sentido personal de la vida. En el ámbito absoluto, la posición nihilista es la que hay que indagar. Hay muchas formas de sostener que la vida no tiene sentido y los argumentos pueden llegar a ser contradictorios. Todos lo grandes filósofos y las grandes cosmovisiones se han topado con este tema y han propuesto explicaciones diversas y sugerentes. El nihilismo es un concepto y como tal es un paquete que hay que desentrañar, desplegar, de lo contrario la reflexión se cierra y la mente se bloquea, se construye un prejuicio.
Al final, conviene poner las cosas en su sitio y reconocer que la reflexión filosófica no es el fin ni su labor es determinarlo sino el medio para vivir sabiamente, despierto y tranquilo, sabiendo y aceptando el lugar que se ocupa en cada momento en este devenir. Un medio apoyado en un código convencional que es el lenguaje que utiliza algunas de las funciones cognitivas propias de un sistema nervioso central que coordina un cuerpo humano ubicado en un entorno atmosférico-terrestre que forma parte de un Universo. Sabemos poco del Universo, poco de la Tierra, poco del cuerpo-mente humanos y la palabra, aún siendo la herramienta más potente que ha desarrollado el ser humano, no deja de ser una parte de la parte de la parte...


Er Fer

Anónimo dijo...

me gusta pensar que cada vez mas personas pensamos de esta manera pero cuando hablo con la gente me doy cuenta que solo unos pocos somos capaces de entender y ver lo realmente importante

la mayoria no quiere pensar en el bien global solo piensan en lo individual y eso nos hace deviles

no soy filosofo ni e estudiado pero entiendo que el sentido de la vida es conectar con el universo con el mundo vernos todos como uno

cuando digo todos no solo me refiero a seres humanos si no a todo

Rigo

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