Libia, un campo de batalla

Mientras Libia se enfrenta al alba de una guerra civil, en Beréin el 22 de febrero salieron por lo menos 100.000 personas a las calles, lo cual supondría el 12% de la población. Mientras el rey se ha ido del país a "visitar" Arabia Saudita, los manifestantes tienen preparada otra gran marcha para el día 25. En Arabia Saudita, los manifestantes no están contentos con las mejoras económicas prometidas por su rey y tienen preparado un "Día de Furia" para el 11 de marzo. En Yemen, que bien podría ser la cuarta nación en explotar tras Libia, las manifestaciones llevan varios días calentándose, con la represión de las manifestaciones resultando ya en 35 muertos. Siete miembros del parlamento han dimitido en protesta de la violencia del gobierno para con los manifestantes, y miles de personas siguen en las calles.

En Libia las tornas han cambiado. El intento de Gaddafi de masacrar a su pueblo ha tenido repercusiones: los manifestantes han liberado Bengasi, Tobruk, Derna, Misurata, Al Bayda, Sirt, Al Khums, Tarhounah, Zenten y Az Zawiyah y varios pueblos que rodean la capital, ocupando así gran parte de la costa y acorralando a Gaddafi y a los que todavía le apoyan. Mientras tanto, la capital, Tripoli, sigue repleta de mercenarios y milicias que suplen a la gran mayoría de la armada, que se ha negado a luchar contra su pueblo, desertando y desapareciendo o luchando del lado de los manifestantes. Ya se le puede llamar la revuelta de Libia y sin duda una revolución en potencia.

(Región liberada por la oposición)

Varios oficiales han dejado claro que han permitido que los ciudadanos tomen las ciudades en las que están desplegados y que apoyan las manifestaciones. La deslealtad hacia el dictador de facto de Libia no sólo viene del ejército: el ministro del interior Abdulfatah Younis y el ministro de justicia Mustafa Abud Al-Jeleil han dimitido repudiando las acciones de Gaddafi como un "genocidio", y se han unido a las protestas.

Con un país dividido y un líder autócrata sin miedo de masacrar a su población, el número de bajas no debería sorprendernos. Según un doctor francés en el país, sólo en Bengasi han muerto ya 2000 personas, aunque los últimos números realmente registrados ponen la cifra alrededor de los 1000 en todo el país. Como suele ocurrir, el número se esclarecerá en días y seguramente será más alto. Sea como sea, es mucho más espeluznante que en el resto de las protestas de Oriente Medio y el Norte de África y se asemeja más a las cifras de una guerra, teniendo en cuenta que la violencia tiene menos de una semana.


Gaddafi afirma que está dispuesto a "morir como un mártir" y a "purgar a la oposición casa por casa", y se rumorea que pretende destruir su propia red de oleoductos, lo cual no sólo destruiría la infraestructura más importante del país sino que subiría aun más el precio del petróleo internacionalmente, que ya ha sobrepasado los 100$ el barril estadounidense por primera vez desde 2008. Teniendo en cuenta la frágil situación en la que se encuentran todos los países desarrollados desde el comienzo de la crisis en el 2008, todas estas revueltas del mundo árabe suponen un gran peligro para la economía global. Si bien no veremos revueltas similares en occidente en el futuro predecible, sin duda habrá repercusiones a largo plazo.

Gaddafi no parece estar dispuesto a irse pero el pueblo ha tomado el control de la mayoría del país con la ayuda de un ejército que no ha estado dispuesto a masacrar a sus ciudadanos y ha tomado el bando opuesto. Por desgracia, quizás sea cierto que en este caso la única salida posible sea su muerte precedida de las de muchos ciudadanos, soldados y mercenarios. No hay a la vista una salida pacífica del asunto, con unos organismos internacionales lentos en actuar como de costumbre y un pueblo con el único propósito de destruir el gobierno sin un plan alternativo claro. Como ocurre con Egipto, es fácil ver como esta revolución puede acabar en otra dictadura o al menos un mandato democrático pero con ideales teocráticos.