Gaddafi ha caído

La última vez que se habló de las revoluciones árabes en "Ciudadanos del Mundo", Siria se encontraba en una 'crisis humanitaria' (que persiste), Egipto volvía a las calles a protestar, y en Libia los rebeldes comenzaban a tomar terreno seguro más allá de Misurata con el apoyo de la OTAN. Está última semana ha sido significativa, y esta vez no porque haya habido un cambio de tornas: los rebeldes han tomado la capital.

Pero no nos engañemos. Al contrario de lo que la mayoría de medios han declarado prematuramente, la guerra no ha terminado. Aunque sea obvio -excepto para los fanáticos- que el régimen de Muammar Gaddafi no tiene futuro, el dictador y sus hijos siguen en libertad y desaparecidos, todavía ofreciendo apoyo moral para el número todavía considerable de partidarios del régimen que sigue por las calles de Tripoli. Muchos morirán todavía en ambos bandos y tantos otros que no han tocado un arma en toda la guerra.


Curiosamente, ahora ocurre con los barrios lo que se daba a lo largo de toda la guerra con las ciudades: pasan de mano en mano sin previsión aparente y por tanto sin predicción posible. Con el apoyo militar de la OTAN y el reconocimiento político de la ONU a sus espaldas, es cuestión de tiempo que los rebeldes y su representante el Consejo Nacional de Transición se hagan con el poder. La cuestión es cuánto tardará Libia en volver a la estabilidad.

Para los lectores habituales de "Ciudadanos del Mundo" quizá quede claro que la estabilidad de un país no es nuestra mayor preocupación. Al fin y al cabo, las revoluciones políticas, económicas y culturales ocurren solo cuando la nación está en crisis. Según parece, la inestabilidad es tristemente necesaria para el avance. Pero en casos como estos, en guerras civiles sinsentido, la estabilidad ha de tomarse en cuenta.

Aunque el vilipendio mediático de Gaddafi y su régimen está más que merecido en cuanto a libertades personales y medidas extremas contra la oposición ideológica, no deja de ser cierto que Libia era un país considerablemente más rico y estable que el resto de naciones de la "Primavera árabe". El régimen tenía estructuras sociales cualitativamente mejores que muchos países occidentales y sin duda mucho mejores de lo que serán tras una guerra civil, sin importar quién acabe en el poder.


Por supuesto, esto no significa que el régimen de Gaddafi deje de ser deplorable y nadie debería tomárselo como una excusa de sus actos. En cambio, muchos lo defienden y racionalizan los actos de Gaddafi creyéndose la propaganda que divulgó el régimen libio al comienzo de las revueltas: por lo visto, los rebeldes no son más que miembros de Al-Qaeda o, según versiones posteriores, mercenarios africanos enviados por occidente. Ni siquiera Gaddafi permanece fiel a esa historia, ya que tacha de "traidores" a los revolucionarios.

Huelga decir que la gran cantidad existente de material audiovisual mediático y amateur descarta esta hipótesis: podemos ver que los luchadores son civiles y ex-militares libios, con testimonios propios y de sus familiares. Las imágenes provenientes de Bengasi, la ciudad convertida en sede del Consejo Nacional de Transición, son especialmente reveladoras. Teniendo en cuenta de qué forma se han ignorado hechos para poder formar hipótesis conspirativas medianamente coherentes, también habrá que esclarecer dos obviedades.

Primero, las revueltas comenzaron debido a la reacción en cadena de Túnez. Esto significa que, hubiera o no agentes provocadores de occidente, como ya ha ocurrido en algunos países y es técnicamente posible, la revuelta era perfectamente legítima. La violenta respuesta militar de Gaddafi a las manifestaciones desarmadas, no tanto. De hecho, la violencia en ambos bandos debe ser criticada. Segundo, y quizás más importante, ni la ONU ni la OTAN querían saber nada del tema e intervenir hasta que acabó por considerarse una guerra civil en condiciones. ¿Cuál es la relevancia de este punto?

Solo hay que comprobar las fechas y el orden de los acontecimientos para demostrar que dicha hipótesis conspirativa no solo es falsa sino puramente imposible. Suponiendo que realmente hubiera agentes alborotadores (aunque no haya pruebas de ello), obviamente no pudieron armar a cientos de miles de personas por sí solos; o una proposición aún más ridícula, traer a cientos de miles de mercenarios africanos que nadie ha visto. Nada de eso fue logísticamente viable hasta que la OTAN apareció en tierra libia; y para cuando eso ocurrió, Bengasi era la ciudad rebelde oficial con un gobierno de transición y ambos bandos luchaban por Misurata. En otras palabras, ya era una guerra civil muchísimo antes de que la OTAN pudiera armar a los rebeldes o traer mercenarios.


La clase de persona que prefiere creer que se trata de una conspiración de la OTAN ignora estos hechos, quizá inconscientemente. Por otro lado, nada de eso excusa a la comunidad internacional: si bien la intervención era justificada para evitar un genocidio en Bengasi, la OTAN y la ONU tendrán que tener cuidado con qué hacen y es muy posible que intenten meterse donde no les llaman. Pero eso es un trato político desagradable, no una conspiración.

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