Uno de nuestros artículos más antiguos es también el más leído: El respeto por la vida. Abogué por el pragmatismo y se hizo referencia al aborto. Aunque la comunidad católica haga uso habitual de la expresión «respeto a la vida» contra el aborto, la disertación se trataba de definir de forma viable el término y no del aborto. Este ensayo sí que abordará la cuestión.
A pesar de ser «pro-elección» nunca lo he tenido particularmente claro: parece haber demasiadas líneas grises y valoraciones subjetivas como para tener una opinión que pueda resumirse en la dicotomía «pro-choice / pro-life». En España las opiniones están divididas así y la Ley del Aborto (Ley Orgánica 2/2010 de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo) es ciertamente partidista. La cuestión parece ser: ¿los derechos reproductivos y la soberanía de la mujer sobre su cuerpo imperan sobre el hecho de que el aborto es técnicamente homicidio, por muy poco desarrollado que esté dicho homo?
Por un lado están los cristianos que sigan la doctrina católica, los evangelistas y otros grupos religiosos y políticos de cariz conservador. También rechazan la eutanasia, la clonación humana, las investigaciones con células madre embrionarias y los métodos anticonceptivos. Su representación es numerosa: la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal Española de Iglesia Católica, Instituto de Política Familiar (IPF), National Right to Life Committee, Americans United for Life, Family Research Council y UK Society for the Protection of Unborn Children. Obviamos por supuesto su representación política, sobre todo el PP en España y la mayoría de los republicanos en EE. UU. Su mensaje está claro: «el aborto es asesinato».
Por otro lado estamos los progresistas y feministas. Nuestra representación es menos activista, pero existe: Planned Parenthood, NARAL Pro-Choice America, National Organization for Women y American Civil Liberties Union. De forma general se trata de una postura relacionada con el progresismo y el izquierdismo, representados sobre todo (pobremente) por el PSOE en España y por el partido demócrata en los Estados Unidos. Aunque el mensaje es simple («prima el derecho a decidir»), por desgracia suele diluirse y tomar una posición opositora: «el aborto no es asesinato». En esencia, ahí yace el problema.
Y es que el aborto inducido, la interrupción prematura y deliberada del desarrollo vital del embrión o feto, es técnicamente homicidio. No es asesinato, ya que no concurren las circunstancias de «alevosía, precio o ensañamiento», pero es una muerte de alguien causada por otra persona. Negarlo es negar los hechos. Podemos preguntarnos si un feto puede considerarse «persona» y muchos más enredos, pero en última instancia el feto es genéticamente humano y está vivo... más o menos.
Los defensores del derecho de la mujer a decidir debemos enfrentarnos a la realidad de que el aborto es técnicamente un homicidio, al igual que la eutanasia. Y deberíamos decir: «¿y qué?». ¿Desde cuando aceptamos el absolutismo de la santidad de la vida? Casi nadie tiene problemas con la muerte del resto de seres vivos, a pesar de que no seamos más importantes por mucho que queramos creerlo. El concepto de la santidad de la vida es selectivo, subjetivo al extremo a pesar de su absolutismo y, lo que es más importante, autoritario: se exime como un derecho pero se practica como un deber. Debemos rechazarlo.
Ha de plantearse la verdadera pregunta: ¿los derechos reproductivos imperan sobre una forma de vida como el embrión y el feto? Una vez se renuncia a la santidad de la vida humana, el problema ha de analizarse pragmática y científicamente: ¿qué daño estamos causando?
Un embrión es un organismo multicelular eucariota en su etapa más temprana, referida en humanos a las primeras ocho semanas tras la fertilización, durante las cuales no existe un sistema sensorial. En su próxima etapa, el feto seguirá sin tener un sistema sensorial que pudiera permitir la nocicepción (percepción de dolor) durante al menos veinte semanas.
Es más, la hipótesis de que los fetos humanos son capaces de percibir dolor alguno no ha llegado a conclusiones certeras: aunque el consenso entre neurobiólogos es que las conexiones tálamo-corticales se establecen hacia la vigesimosexta semana, la EEG o electroencefalografía muestra que el feto es incapaz de sentir dolor al menos hasta la vigesimonovena semana. Lo que es más, un estudio sugiere que el feto en útero está sedado debido a sustancias químicas como la adenosina, la alopregnanolona y la prostaglandina-D2. Concluyeron que el feto no sentiría dolor alguno hasta el nacimiento.
El asunto no está resuelto pero, incluso si la actividad sensorial en fetos se acaba considerando «dolor», el aborto está éticamente justificado durante las primeras treinta semanas. Siete meses. Teniendo en cuenta que un aborto más allá del cuarto mes requiere una operación quirúrgica potencialmente peligrosa para la mujer, no hay conflicto alguno.
El aborto
Publicado por
LukaNieto
on martes, 20 de septiembre de 2011
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