Elecciones y disensiones en Túnez y más allá

Como un dominó, el ciclo revolucionario árabe comenzó a derribar gobiernos en enero: a Ben Ali le siguió Mubarak y tras una guerra civil también Gaddafi. Y ahora mismo los líderes de Baréin, Siria y Yemen se enfrentan a un alzamiento popular con tales augurios: el gobierno yemení en particular no se enfrenta ya solo a los manifestantes sino también a la nueva resolución unánime de la ONU que condena su violencia y exige la renuncia de Saleh.

Pero con el tiempo las piezas de dominó han dejado de caer y otras nuevas se alzan. Ayer fueron las primeras elecciones abiertas de Túnez en varias décadas, que también suponen las primeras elecciones como resultado de las revoluciones árabes. En cambio, no son elecciones generales: su fin es elegir una asamblea constituyente que reforme o reescriba la constitución.

Los partidos con más posibilidades eran por un lado el Nadha, un partido derechista islámico moderado, y por el otro lado varias propuestas laicas y liberales. Si bien la revolución tunecina se desencadenó por razones económicas, el mayor punto de conflicto de cara a las elecciones ha sido el papel del laicismo y el islam: así, aunque el partido mejor financiado y más popular sea el conservador islámico, se preveía que los laicistas formaran una coalición en su contra.

En cambio, ni una coalición habría sido suficiente y el Nadha ha tomado el cargo con más del 40% de los votos en esta elección y los mayores partidos izquierdistas tienen cada uno un 15% de los votos. Esto significa que los islamistas serán mayoría en la redacción de la constitución y tendrán el control del gobierno hasta las elecciones generales. En cambio, están considerando una coalición con la izquierda para unificarse en la transición.

Y también se habla de elecciones en Libia. La guerra civil ha terminado y la OTAN dejará sus costas para fin de mes, así que los libios comienzan a pasar página. Por desgracia, el conflicto entre la política y la religión es aun mayor en Libia, donde su futuro democrático se ve tintado por la sharía que seguramente será la base de la nación musulmana esté quien esté en el poder tras las elecciones. Así era con Gaddafi y probablemente así seguirá siendo aunque gane un partido laico en Libia, lo cual es improbable si bien no imposible.

Las repercusiones en Siria serían aun más dramáticas si derrocaran a Assad: las razones principales de estas protestas no son económicas sino religiosas, y se dan en las zonas más tribalistas. De hecho, no han florecido las protestas en Damasco y Alepo, las mayores ciudades sirias, y por ello es improbable que Assad pierda el poder. Aunque que la causa principal del alzamiento sea el fanatismo islámico no exculpa al gobierno de las masacres cometidas, es un factor a tener en cuenta que lo diferencia de las otras revoluciones.

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