Escépticos - ¿Modificación genética?

Escépticos, el nuevo programa escrito por José A. Pérez y presentado por Luis Alfonso Gámez, deja de lado por primera vez las doctrinas acientíficas y aborda la respuesta irracional a una cuestión en principio muy científica: los organismos modificados genéticamente.


Las críticas al principio metodológico de la modificación están confusas: llevamos milenios modificando el alimento y el ganado a través de la selección artificial y, simplemente, ahora somos capaces de hacerlo mucho más rápido y con más certeza. Las imágenes de este episodio que muestran plátanos, fresas y tomates silvestres esclarecen algo que debería ser obvio para todos: en el proceso transgénico no se pierde ninguna naturaleza o pureza, ya que no existía para empezar. La agricultura de cualquier tipo es intrínsecamente artificial.

Todo este pánico surge de la confusión respecto a lo que significa "natural". El término pierde todo significado posible si se usa como sinónimo de sano y puro, y su verdadera definición es sencilla: aquello que se da en la naturaleza sin intervención alguna. Esto puede ser bueno, malo o irrelevante para el ser humano, como todo lo afectado por la selección natural.

Aunque "naturaleza" no equipare a "sanidad", el concepto en sí es válido. Pero la pureza simplemente no existe: afirmar que existe una versión pura de un organismo es no entender la evolución. La selección natural se mide en tiempo geológico. La selección artificial se mide en centenares y miles de años. La nueva selección artificial podemos observarla con nuestros propios ojos. Sea lento o no, el cambio es constante: no existe una versión pura u original.

Una cuestión muy distinta es la económica. Si bien el principio científico es sensato, su uso no suele serlo: las multinacionales como Monsanto acostumbran a patentar con copyright la semilla y pretenden evitar que las próximas generaciones florezcan, lo cual es muy peligroso. Si bien no es tan dramático, sí que es una pérdida de potencial su uso para que el producto sea, por ejemplo, visualmente más agradable en lugar de más duradero y resistente. Y finalmente, aunque los transgénicos tienen un gran potencial en países pobres, por su mayor tamaño, crecimiento rápido y posibilidad de evitar enfermedades, esto no ocurrirá mientras las empresas que poseen las patentes sigan teniendo como único fin el ánimo de lucro.

No es racional el catastrofismo sobre la pérdida de la biodiversidad y las enfermedades latentes hipotéticas, pero es cierto que cuanto menos dependa el sistema económico del ánimo de lucro más provecho social se podrá sacar de esta técnica.

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