Stephen Fry - La Importancia de la Incredulidad

Existen razones para la incredulidad. Ese es y siempre ha sido el foco del debate irreligioso. Al fin y al cabo, el racionalismo y el empirismo no persiguen una forma de contentarnos o complacernos sino la mayor aproximación a la verdad. En palabras de Gustave Le Bon:
«La ciencia nos prometió la verdad o, al menos, el mayor conocimiento accesible a nuestra inteligencia: no nos prometió jamás ni la paz ni la felicidad».
Por tanto, rara vez se trata la importancia de la incredulidad. Al margen de si es cierta, pocos se han centrado en la tesis de que la ausencia de creencia religiosa es también mejor. Pero eso ha hecho Stephen Fry, afamado actor, cómico, símbolo nacional y humanista:


Stephen Fry afirma que no sería una buena idea creer en la la inmortalidad del alma incluso si resultara ser cierto. Su lógica es que dicha creencia es tan reconfortante que llega a ser un opioide y se convierte en un obstáculo para una vida realizada al permitir la racionalización de una eternidad en la que realmente haremos algo de provecho e interés.

También trata su aborrecimiento particular del monoteísmo. Mientras la idea del Dios creador no explica nada al intentar explicarlo todo, el politeísmo es totalmente justificable en la era pre-científica: provee a cada fenómeno de un animus interior, de una personificación de los principios de la naturaleza. En cierto modo, cada dios griego es la versión primitiva de las teorías sociológicas, biológicas, geológicas y cosmológicas propias de las ciencias modernas.

Sin lugar a dudas, no puede decirse lo mismo del concepto de Dios creador del monoteísmo, que en última instancia no es más que el equivalente divino de sacar al conejo de la chistera.

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