Existen razones para la incredulidad. Ese es y siempre ha sido el foco del debate irreligioso. Al fin y al cabo, el racionalismo y el empirismo no persiguen una forma de contentarnos o complacernos sino la mayor aproximación a la verdad. En palabras de Gustave Le Bon:
«La ciencia nos prometió la verdad o, al menos, el mayor conocimiento accesible a nuestra inteligencia: no nos prometió jamás ni la paz ni la felicidad».
Por tanto, rara vez se trata la importancia de la incredulidad. Al margen de si es cierta, pocos se han centrado en la tesis de que la ausencia de creencia religiosa es también mejor. Pero eso ha hecho Stephen Fry, afamado actor, cómico, símbolo nacional y humanista:
Stephen Fry afirma que no sería una buena idea creer en la la inmortalidad del alma incluso si resultara ser cierto. Su lógica es que dicha creencia es tan reconfortante que llega a ser un opioide y se convierte en un obstáculo para una vida realizada al permitir la racionalización de una eternidad en la que realmente haremos algo de provecho e interés.
También trata su aborrecimiento particular del monoteísmo. Mientras la idea del Dios creador no explica nada al intentar explicarlo todo, el politeísmo es totalmente justificable en la era pre-científica: provee a cada fenómeno de un animus interior, de una personificación de los principios de la naturaleza. En cierto modo, cada dios griego es la versión primitiva de las teorías sociológicas, biológicas, geológicas y cosmológicas propias de las ciencias modernas.
Sin lugar a dudas, no puede decirse lo mismo del concepto de Dios creador del monoteísmo, que en última instancia no es más que el equivalente divino de sacar al conejo de la chistera.
Bertrand Russell era un filósofo, lógico matemático, historiador y crítico social. En cambio, la esencia de su disposición se puede resumir en una palabra, o dos si eres un poco clásico: Bertrand Russell era un científico, un filósofo natural. Murió hará poco más de cuarenta y un años, lo cual me da una excusa para mostraros sin más razón unos monólogos suyos. Sinceramente, ya hubiera muerto el dos de febrero o no, habría escrito este texto.
Russell era agnóstico en cuanto a las afirmaciones divinas. En realidad, era agnóstico en cuanto a todo lo que no estuviera claramente a un lado entre la eterna cuestión del escéptico: la realidad y la imaginación. Su punto de vista era, en una palabra que probablemente no sea reconocible para todos, epojé; suspender el juicio hasta que se presenten las pruebas.
De todas formas, seguramente hoy se le consideraría ateo, dado que últimamente se ha redefinido el concepto para referirse a gente que no cree en Dios en lugar de a gente que afirma la irrefutable inexistencia de Dios. La diferencia puede ser sutil pero es vital: "Dios no existe" es una afirmación que no oirás de muchos ateos versados en filosofía, que admiten la remota posibilidad hipotética de alguna clase de dios, aunque les parezca improbable, y en algunos casos específicos lógicamente imposible (como el Dios abrahámico ortodoxo). De todas formas, el caso es que Bertrand Russell fue quien ideó el argumento contra la justificación de la fe que se ha venido a conocer como "La tetera de Russell". En esencia, deja en evidencia la falsa lógica de que la carga de las pruebas recae en el escéptico y no en el creyente:
Muchas personas ortodoxas hablan como si pensaran que es tarea de los escépticos refutar los dogmas recibidos, en vez de que sean los dogmáticos quienes los prueben. Por supuesto, eso es un error. Si yo sugiriera que entre la Tierra y Marte hay una tetera de porcelana que gira alrededor del Sol en una órbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración, siempre que me cuidara de añadir que la tetera es demasiado pequeña como para ser vista aún por los telescopios más potentes. Pero si yo dijera que, puesto que mi aseveración no puede ser refutada, dudar de ella es de una presuntuosidad intolerable por parte de la razón humana, se pensaría con toda razón que estoy diciendo tonterías. Sin embargo, si la existencia de tal tetera se afirmara en libros antiguos, si se enseñara cada domingo como verdad sagrada, si se instalara en la mente de los niños en la escuela, la vacilación para creer en su existencia sería un signo de excentricidad, y quien dudara merecería la atención de un psiquiatra en un tiempo iluminado, o la del inquisidor en tiempos anteriores.
En cambio, aunque ese argumento es espectacular y su planteamiento genial, vengo a mostraros algo muy diferente. Quizás un punto de vista más personal de este señor.
Sin duda, un gran hombre. Ojalá su mensaje para el futuro se hubiera cumplido para el día de hoy. No es así. Por desgracia, podría decirse que en ciertos sentidos ha empeorado.
Acabamos ya la semana de figuras laicas y ateas con Sam Harris, un neurocientífico y escritor estadounidense que trata de sacar a relucir el tabú social a la hora de discutir las bases de las religiones, establecidas o no. Escribió el libro "El fin de la fe", en el que se centra en la religión organizada, en el conflicto entre la fe religiosa y el pensamiento racional y en los problemas que causa la demagoga 'tolerancia' al fundamentalismo religioso. Escribió también un texto llamado "Manifiesto ateo".
"¿Y qué pasa con la acusación de que el ateísmo es dogmático? Dejémoslo claro: los judíos, cristianos y musulmanes afirman que sus libros sagrados son tan profundos y necesarios para la humanidad que sólo un ser omnisciente pudo haberlos escrito. Un ateo es sólo una persona que ha considerado esa idea, ha leído los libros y ha llegado a la conclusión de que la afirmación es ridícula. Esto no es dogmatismo. Un ateo no tiene por qué creer en nada con pruebas insuficientes para rechazar el dios bíblico. ¿Qué dogma hemos asimilado para no tener en cuenta a Zeus y Apolo en el día a día? ¿Sería dogmático dudar que el creador del universo dictara la Iliada o la Odisea? El ateo dice, como puntualizó Carl Sagan, que las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Si pudiera existir un antídoto contra el dogmatismo, ese lo sería.
Una afirmación similar es que los ateos y los científicos en general son arrogantes, lo cual es bastante irónico. La verdad es que cuando los científicos no saben algo [...], tienden a admitirlo. Simular que sabes cosas que en realidad no sabes es una gran carga en la ciencia; se te castiga muy rápido. Pero fingir que sabes cosas que no sabes está en el alma de la religión de fe. Es una de las mayores ironías de las disertaciones religiosas: puedes oír frecuentemente como gente religiosa se ensalza a sí misma por su humildad, mientras afirman saber cosas tácitamente acerca de la cosmología, la física, la química y la paleontología que ningún científico sabe. Cualquiera que dignifique el 'Génesis' como un relato de la creación o como algo informativo básicamente está diciendo a alguien como Stephen Hawking: "Eres un tipo listo, veo muchas ecuaciones por ahí, pero no sabes lo suficiente de la cosmología. Aquí pone que Dios lo creó todo en seis días y luego descansó en el séptimo y no veo que hayas captado los matices del relato bíblico". Esto sería divertido si no tuviera un efecto tan desastroso en nuestras leyes civiles; en este país está impidiendo la investigación científica y la enseñanza de la ciencia"
Me sorprendió que poner al ateísmo al nivel dogmático de la religión organizada fuera un argumento común, uno que me han planteado a mí mismo varias veces. Aún sigo con la cara desencajada. Ciertamente, todos estaremos de acuerdo en que no creer en Zeus, el Monstruo del Espagueti Volador o el Unicornio rosa invisible no es dogmático, ya que nada nos lleva a pensar que tales seres puedan existir y en muchos de los casos sabemos que son creados por el hombre. En cambio, es ese precisamente el argumento utilizado si se trata de una deidad que la mayoría sí que se toma en serio hoy día. No hace falta aclarar que somos azeusianos o aunicornianos porque nadie cree en esos mitos ya; igualmente, ser ateo no es más que no tener una creencia en una deidad y, en la práctica, especialmente en el dios judeocristiano. Como el mismo Harris dice en este vídeo:
"Nunca me había considerado ateo, al igual que no me considero un no-astrólogo. [...] Todo devoto cristiano está en la misma posición en cuanto al hinduismo o al islam. Los cristianos leen el Corán, la supuesta palabra perfecta del creador del universo, y no se ven persuadidos. Mi ateísmo sólo consiste en eso, en que estas afirmaciones simplemente ridículas no me persuaden y en que sí me persuaden las pruebas de que estas personas forman parte de una cultura diseñada para no mirarse críticamente a sí misma. Los cristianos pueden ver los errores de la razón en el islam; simplemente no lo hacen con su religión".
Muchos han rondado por la idea y Richard Dawkins lo puso en buenas palabras: "Todos somos ateos de la mayoría de los dioses en los que ha creído la humanidad. Simplemente, algunos vamos un dios por delante". Los conceptos del ateísmo y el agnosticismo existen precisamente porque hay una contraposición material, la religión: por sí solos, son términos vacíos. En una sociedad atea, a nadie se le ocurriría definir a una persona como atea, ni como característica personal ni cómo creencia, al igual que hoy día no le damos importancia a la falta de creencia en casi todo el resto de la ficción clásica y moderna.
Por supuesto, no podía faltar el argumento de que la religión es la fuente de la moralidad y no al revés. Que un ateo no puede tener un fundamento moral. Que una sociedad basada en la razón y la ciencia no pueden tener una base ética. Vaya forma de malintepretar cómo funciona el ser humano y la sociedad. Bueno, Sam Harris tiene mucho que decir al respecto:
"¿Qué clase de moralidad se basa por completo en el interés egoísta de evitar la condenación? Esto parece justo lo contrario a la base de la moralidad: una preocupación real por el bienestar de otros seres humanos. Claramente, podemos enseñar a nuestros hijos a formar esa preocupación, empatía y compasión sin mentirnos y mentirles acerca de la naturaleza del universo, sin fingir que sabemos cosas que en realidad no sabemos. Podéis enseñar a vuestros hijos la regla de oro como un precepto ético totalmente sabio sin fingir que sabemos si Jesús nació de una virgen. [...]
Los libros sagrados están repletos de celebraciones de crueldad, tanto humanas como divinas. El dios de la Biblia odia la sodomía y te matará por ello, pero por otro lado disfruta de vez en cuando de sacrificios humanos. Por lo menos podemos decir que no tiene muy claras sus prioridades".
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Apareció también en la televisión española en una entrevista con Eduard Punset, en la que habla de todo lo dicho y más. Está doblado al estilo de los documentales:
En la siguiente entrevista, el economista catalán Santiago Niño Becerra deja claro que las consecuencias de la crisis actual irán para largo y que serán en principio desastrosas debido al desempleo. Por otro lado, también serán esperanzadoras, ya que perfilarán un futuro más justo; no porque las clases altas vayan a querer compartir ni porque todas las empresas se vayan a convertir de repente en ecologistas y humanitarias, sino porque así lo requerirá el curso natural de este sistema socioeconómico y el de la técnica. En otros aspectos, sus predicciones no son tan positivas.
"En el año 2020, cuando nos recuperemos, ¿qué pasará? Lo que no va a pasar es que no vamos a volver a los créditos que hemos tenido y demás; a esto no vamos a volver. Vamos a una recuperación basada en la productividad y la eficiencia, lo cual va a poner de manifiesto que va a faltar trabajo y capital. Va ha haber factores productivos que van a sobrar".
"La clase media ya está liquidada. [...] Fue un invento ideado después de la Segunda Guerra Mundial para dar salida a la actividad productiva que se estaba generando. Evidentemente, va a haber clases [...], pero no será un concepto de clase basado exclusivamente en la renta y el patrimonio como es hoy. Es decir, entrarán otros factores en juego: el saber generar valor y qué aporte la persona al conjunto".
"No podemos seguir desperdiciando. Este concepto es básico. Por ejemplo, el automóvil: según la última encuesta del Ayuntamiento de Barcelona, un automóvil lo está utilizando 1,1 persona. ¿Cuánto al día? ¿Una hora? ¿Una hora y media? El resto del tiempo ese automóvil está parado. ¿Somos conscientes de la cantidad de recursos que hay en un automóvil? Hay acero, goma, plásticos, textil, energía, cristal; infrautilizados. Eso ha sido genial en una época en la cual el desperdicio no era un problema. En el momento en que se tome consciencia de que la cantidad de recursos es limitada, todo se acabó".
"Va a haber un cambio económico, pero a la vez, evidentemente, va a haber un cambio social. Es decir, nuestro modo de vida va a cambiar. Cuidado: de la misma manera que después de la Gran Depresión el modo de vida cambió. Siempre que hay un cambio sistémico hay un cambio social. Y el cambio en el modo de vida que se produjo después de la Gran Depresión fue profundísimo: cambió el modelo de familia, la mujer se incorporó masivamente al mundo del trabajo, la juventud empezó a tener unas oportunidades que antes no había tenido... O sea, fue magnífico, fue maravilloso, porque se iba a más. Ahora no: hemos vivido unos años excepcionales, sublimes; estos años no volverán".
"Reactivar la economía será incrementar la productividad. Reactivar la economía será incrementar la eficiencia. Reactivar la economía será que para fabricar un ordenador se utilicen menos recursos. Reactivar la economía será que yo no me tenga que desplazar si no hace falta realmente que me desplace, con lo cual la tecnología de la comunicación mejorará muchísimo. Eso será reactivar la economía. Pero claro, eso significará que la gente tendrá menos dinero en el bolsillo para poder consumir. Es decir, de nuestra perspectiva vamos a vivir peor".
"El PIB se reducirá. Lo que mejorará es el PIB per capita de las personas necesarias para generar ese PIB; los 'insiders'. Los 'outsiders', la gente no necesaria, realmente lo tiene mal".
El conflicto entre la eficacia y el empleo que Santiago Niño Becerra describe no podrá mantenerse durante mucho tiempo, aunque se retrase con reformas. ¿Qué puede hacerse cuando la economía ha llegado a tal punto que la eficacia ha superado el concepto del valor y por tanto se dispara el desempleo tecnológico y la gente no tiene dinero para aprovechar las nuevas capacidades técnicas? ¿Qué hacer con esa contradicción?
Exacto: podemos renegar de la eficacia o del sistema monetario.
Ya hemos hablado por aquí de la 'naturaleza humana' para explicar que, si bien existen las propensiones genéticas a la violencia, a la adicción y demás, este nunca es un fenómeno absoluto y que por tanto la corruptibilidad de la humanidad está sujeta al entorno, no a una condenación genética inamovible. Ya hemos citado al Dr. Robert Sapolsky varias veces:
Los genes rara vez se tratan de inevitabilidad, especialmente en lo que concierne a los humanos, el cerebro o la conducta. Se trata de vulnerabilidades, propensiones y tendencias.
Pues bien: un conocido doctor canadiense especializado en la adicción llamado Gábor Máté lleva años investigado el asunto en lo que podríamos llamar 'trabajo de campo' y se ha fijado en que, si bien dichas tendencias naturales existen en algunos de sus pacientes, todos ellos han tenido alguna clase de 'deficiencia infantil' de mayor o menor gravedad en su hogar y/o entorno. No se trata de causas genéticas, sino 'sociales'. La causante primordial es una formación deficiente.
En conclusión: mezclamos un poco de conflictos domésticos y problmas económicos con un barrio no muy recomendable y un mundo que empieza a no serlo tampoco y lo que resulta es un cóctel perfecto para el desastre, ya sea para la adicción o para otra clase de conducta errática. Esto no es una novedad ni debería ser una sorpresa para la mayoría, pero por desgracia lo será para muchos.
De todas formas, siempre es bueno que las obviedades sean testadas científicamente. Por ejemplo, ¿sabéis eso que se suele decir de que los homófobos lo son porque están inseguros de su propia sexualidad? Pues bien: ¡Obviedad testada! También hay otros punto de vista, menos metódicos pero más divertidos. Admitídlo, es material de primera para acallar a la mayoría. Excepto a los que están meramente cegados por el fanatismo religioso, por supuesto. Me temo que esa deficiencia infantil no la puede curar ni el Dr. Gábor Máté, al que por cierto os recomiendo que investigéis un poco, ya que le han hecho varias entrevistas informativas y ha escrito artículos y libros muy interesantes.
"The Enemies of Reason" (Los Enemigos de la Razón) es un documental escrito y presentado por el biólogo Richard Dawkins en el año 2007, y aunque no está mal (pero no deja de ser una versión simplificadísima de lo que podréis encontrar en un libro suyo o de otros escépticos), sin duda la siguiente entrevista con el ilusionista Derren Brown merece más la pena que toda la presentación televisiva. Como suele ocurrir, aunque aparecieron partes de la charla en el documental, tuvo que cortarse mucho. He aquí la versión completa, de la que por desgracia no he encontrado subtítulos:
Una entrevista en seis partes de casi una hora con un prestidigitador que preferió revelar los secretos del mago a seguir mintiendo al público. Nos explica las interesantes técnicas para mentir llamadas genéricamente "lectura en frío", que van desde su forma simple para utilizarse en un público vulnerable a otras más elaboradas que a primera vista podrían embaucar incluso al más escéptico. También nos dice que, curiosamente, un lector en frío podría aprender a serlo sin casi darse cuenta, creyendo de veras que son mediums; aunque en su opinión, la mayoría se limita a creer que tiene una gran intuición y que, aunque técnicamente miente, lo hace para recomfortar a la gente. Por supuesto, en realidad están engañando a sus clientes y a su público. Pero ese dato prefieren obviarlo.
Para mí, que un mago haga lo que su mismísimo lema-cliché prohíbe («Un mago nunca revela sus secretos») es una perspectiva preciosa, una que parece presentar un cambio de paradigma, utilizando la razón para poner en su lugar a la charlatanería de la supuesta conexión con el más allá; en el entretenimiento y la muestra de nuestras capacidades. ¿Requiere una técnica formidable? Sin duda. ¿Puede llegar a ser increiblemente entretenido, particularmente cuando se revela la naturaleza del truco y nos quedamos con la boca abierta («¡Nunca lo habría adivinado!»), saliendo así de la experiencia con un poco más de conocimiento? Por supuesto. ¿Y es al mismo tiempo algo mundano? También. Por desgracia, ese término se usa en contraposición a "impresionante"; pero, ¿qué es más formidable que la naturaleza en sí misma y nuestra increíble técnica a la hora de aprovecharla?
Como ya he dicho, no hay subtítulos, pero me parece una entrevista tan interesante que me veo muy tentado a hacerlos yo mismo. Sólo de pensar a cuánta gente que 'cree que cree' se le podría convencer con esta muestra de las verdaderas técnicas de los prestidigitadores y mediums...