El fenómeno suele malinterpretarse como un autoengaño fugaz por parte del paciente. Craso error: si bien el efecto suele ser cuestión de percepción, también se da la mejora del paciente en acorde a sus expectativas. Como puede verse en la próxima presentación, el placebo actúa de acuerdo con nuestras preconcepciones con una precisión sorprendente.
El vídeo se ha subtitulado al castellano para este ensayo:
En el sentido más básico, su funcionamiento se reduce a la expectación y al condicionamiento clásico. A corto plazo la expectación toma un papel vital, pero el condicionamiento del paciente puede crear efectos duraderos: al mezclar un estímulo real oculto con un placebo visible se consigue que la respuesta causada por el estímulo real se asocie con el placebo. Y así, el paciente ya está condicionado.
«La creencia del doctor en el tratamiento y la fe del paciente en el doctor ejercen un efecto de apoyo mutuo; el resultado es un remedio potente que seguramente producirá una mejora y en ocasiones una cura» -Petr Skrabanek y James McCormick en Follies and Fallacies in MedicineLo fascinante es que los resultados van mucho más allá de la medicina: se ha visto con el alcohol y, hasta cierto punto, con el café. Pero los placebos en la vida diaria no solo sirven para reírnos del amigo ingenuo que cree estar emborrachándose con ron. La expectación nos puede ayudar a dejar de fumar y a mejorar nuestra velocidad y rendimiento, lo cual nos lleva a lo expuesto en el vídeo: ¿deberían prohibirse los placebos en las competiciones? Y, ¿acaso hay manera de evitar su empleo? No, porque bien pueden ser agua.
No todo son buenas noticias. Parece que solo son realmente efectivos en el 30% de la población. Aunque no fuera así, a un plazo muy largo suelen dejar de funcionar y, según un metanálisis que comparó la administración de placebo con una ausencia total de tratamiento, nuestra percepción de esta rareza psicológica y neurológica se ha visto exagerada por culpa de fallos metodológicos y es útil solo en casos de dolencias subjetivas:
«No detectamos un efecto placebo significativo al compararlo con una ausencia de tratamiento en pruebas con resultados [objetivos]. En cambio, sí que encontramos una diferencia significativa entre el placebo y la ausencia de tratamiento en pruebas con resultados continuos subjetivos y en pruebas que involucraran el tratamiento de dolor».Además, existen cuestiones de ética dudosa. Su empleo en el mundo médico ha sido tanto alabado como criticado y la polémica sigue abierta: ¿deberían cobrarnos lo mismo por un placebo que por un medicamento normal? No parece justo, pero, ¿y si nos damos cuenta de que no es un verdadero medicamento por su coste inferior, reduciendo así el efecto? Además, en el caso de las condiciones médicas graves, ¿deberíamos hacer uso de estos falsos remedios en absoluto, teniendo en cuenta que tras sentirse mejor el paciente no seguirá en busca de un verdadero diagnóstico y tratamiento? Y por último: ¿acaso prescribir placebos no vulnera el derecho del paciente a una decisión informada?
No existen respuestas fáciles y es por eso que legislar apropiadamente los placebos es un caos. Solo se justifica unánimemente su uso en pruebas científicas como los ensayos clínicos: se aplica un placebo al grupo de control para compararlo con el grupo que realmente ha tomado el medicamento, pulsado el botón o aquello que sea el objeto de la prueba. Si el efecto en los sujetos del grupo experimental no es más notable que en el control, el objeto del experimento no es más que otro placebo. Este resultado no le resta toda su utilidad: lo que ocurre es que crear un placebo a propósito suele ser más fácil, barato y sincero.
Un descubrimiento más curioso y desconocido aún es que ni siquiera es necesario ignorar que se trata de un falso objeto para que funcione, aunque el efecto será muchísimo menor. A la inversa, el sujeto tampoco tiene que ser consciente de qué se supone que es el objeto.
Así ocurre con las mascotas y los bebés, que a pesar de ignorar el concepto "medicamento" sí que están condicionados para responder a los estados de ánimo de sus cuidadores, por no hablar del efecto considerable que tiene el contacto humano sobre los bebés y animales, como la reducción del ritmo cardíaco en perros y caballos. Este hecho responde a las alegaciones de que los perros y bebés mejoran con ciertos remedios de la medicina alternativa: son anécdotas y no estudios de doble ciego que evitarían el condicionamiento y la empatía.
Sin lugar a dudas, el efecto placebo es uno de los fenómenos más interesantes de la psicología y neurología humanas. Eso sí, los placebos seguirán causando enredos legislativos y equivocaciones en pruebas científicas durante mucho tiempo, así que será mejor comprender el efecto todo lo posible y aplicar ese conocimiento para evitar más confusión.